Poeta, escritor, tribuno, periodista, patriota, revolucionario... Interminable parecía ser el diapasón en el que se movió este hombre universal que fue el Héroe Nacional de Cuba, a quien honramos en toda su dimensión, en el aniversario 171 de su natalicio.
Por Marilys Suárez Moreno
Con 42 años y una familia rota por las incomprensiones de su lucha, se convirtió en símbolo de la patria que lo venera como su Héroe Nacional.
José Julián Martí Pérez supo como ningún otro unir el alma de cubanos y cubanas y visionar la República nueva que soñaba. Su dedicación a la Patria causó la incomprensión de los padres, la esposa y de muchos amigos que no acababan de comprender que para él, Cuba y su destino, eran la máxima prioridad de su existencia. Una existencia andariega a la que se vio obligado, unas veces como desterrado, otras para ganarse el sustento.
De ahí que de su intensa vida intelectual, política y revolucionaria, más de 20 años, los pasara lejos de Cuba y de los seres que más amaba. Y no es que Martí fuera un romántico soñador e idealista, sino un hombre con plena conciencia de lo que significaba para Cuba ser libre e independiente. Esa doctrina y pensamiento trazó un día, hace 71 años la senda de la Generación del Centenario. Misma que asaltó la historia en el Moncada, el 26 de julio de 1953.
La fecha del nacimiento de Martí hace 171 años este 28 de enero, cuando La Habana de intramuros no era ni por asomo la bulliciosa y colorida capital de nuestros días y el despotismo español laceraba el país, está regido hoy por la impronta de ese cubano paradigmático y universal que supo conmover a Cuba y levantarla del letargo colonial hasta sacrificarlo todo en aras de una guerra necesaria y justa.
El hombre que rubricó con su sangre todo lo que soñó, amó e hizo, entretejiendo con sus buenas y mejores acciones el alma de la Patria que es como decir, el alma de Martí, es presencia permanente entre nosotros y nosotras.
Un Martí emigrado que concitó la admiración y el apoyo de estos para su causa libertaria y que en su discurso del 15 de enero de 1893, en el Hardmann Hall de Nueva York, al analizar la situación revolucionaria de Cuba y en las emigraciones, levantó aplausos y adhesiones a la guerra que preparaba y que dos años después levantó en armas al país, el 24 de febrero de 1895.
Desgraciadamente caería en combate apenas unos meses después de su arribo en una expedición libertaria por Playitas, justamente el 19 de mayo de ese año aciago para la patria que perdió al Apóstol de nuestra independencia en los inicios de la Guerra necesaria, que él mismo organizara y preparara.
Defendía con su sangre la libertad de su país, todavía infeliz, expresando que aun podía servir al “único corazón de nuestras republicas”.
Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América y el honor ya dudoso y lastimado de la América de habla inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”, vinculando así ambos hechos.
Ese es nuestro Martí, el hombre que supo leer en el corazón de su pueblo, lo que éste era capaz de hacer. El nos legó sus postulados y nosotros, cubanas y cubanos, lo honramos y percibimos cercano e íntimo, agigantado en la historia.
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