Por Marilys Suarez Moreno
“Mi hija es terriblemente malcriada y cuando no se le complace o se hace lo que ella quiere, grita, se tira en el piso y se vuelve muy colérica y violenta. No sé qué voy a hacer con ella”.
Esta frase en boca de una joven mamá me alarmó bastante, pues pensé que hablaba de una niña pequeña de dos o tres años. Edades en que los accesos de cólera son mucho más comprensibles y hasta justificables que en edades posteriores, como es el caso que le preocupa a esta madre, pues su hija tiene 12 años.
En los infantes de edad prescolar no hay que asustarse ni impresionarse si el niño o la niña se molesta al extremo de formar un berrinche cuando se le contraria, porque esto es normal que suceda a esas edades tempranas. Pero si como es el caso, se muestra terriblemente malcriada y cuando no se le complace hace gala de su mejor arsenal de insultos, llantos, gritos e ira, si hay que preocuparse.
La posición mental que nos lleva a ver al niño o niña como quisiéramos sus progenitores, que fuese y no como es en realidad, puede hacernos cometer errores en la corrección de su carácter, resultado éstos absolutamente ineficaces.
Ayudar a un menor que está formándose quiere decir reforzar en él su personalidad, proporcionarle confianza y seguridad en sí mismo, procurando no inspirarle el sentido de culpas que no tienen razón de ser importantes. Esto se presentará apenas frecuente el Círculo Infantil, las Vías No Formales o el cuidado de otras personas o de la propia familia.
Lo anormal sería si continuase con esa actitud a medida que va creciendo, cosa que a veces sucede con bastante frecuencia. Es el momento de investigar el motivo. Acaso el niño o niña duerme poco y está cansado porque le faltan horas de sueño, quizás tiene hambre o siente alguna molestia física y no en pocas ocasiones se debe a la actitud de los mayores que lo tratan con despego y poca atención.
Si, existe la posibilidad también de que se sienta ignorado por la familia, incomprendido y deseoso de cariño. Puede que hasta sienta celos de otro hermano o hermana o alguna otra cosa lo perturbe. Pero no le regañemos ni le demos un sermón que no entenderá ni desea escuchar y mucho menos, le castigue por sus frecuentes ataques de cólera.
Los infantes de poca edad buscan desesperadamente llamar la atención sobre ellos, porque es una necesidad primaria la de sentirse protegidos, mimados, acariciados y a la crisis de ira debe seguir el reposo, no logrado con los gritos y la amenaza, sino con la persuasión. Una vez conocida la causa o causas que lo provocan hay que poner los medios para corregirlas, sobre todo, ¡en ningún caso debemos responder a la crisis de cólera del niño o niña con una crisis de cólera adulta!
Lo acertado, cuando la perreta proviene de un infante mayorcito es indagar el motivo de la hostilidad, admitir que puede tener razón y tratar de enmendarlo con razonamientos validos; de no ocurrir, puede que necesite la atención de un especialista.
Reprender, castigar, regañar, como quiera que le llamemos, es un arte, el arte de saber reprender.
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