jueves, 30 de noviembre de 2023

Un noviembre de heroísmo


Por Marilys Suarez Moreno

Hay hechos que lejos de ser empequeñecidos o borrados por el tiempo y la memoria, la historia las fijas, resalta y reconoce en toda su dimensión. El 30 de noviembre de 1956 fue uno de esos sucesos. Ese día ocurrió la sublevación memorable concebida por Fidel y Frank, quienes habían acordado en México el reinicio de la guerra contra la tiranía batistiana y el apoyo al desembarco del Granma.

Frank País, artífice de ese levantamiento armado, destacaría después cuan hermoso resultaba el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en los momentos difíciles de la lucha, reconociendo así la actitud del pueblo santiaguero de asumir como propia la insurrección popular armada preparada en apoyo al desembarco del Granma.

La idea era que antes de concluir aquel año Fidel debía desembarcar en Cuba al frente de una expedición y a posteriori ir desatando acciones que ayudaran al colapso del régimen. Según los cálculos, el Granma con sus expedicionarios estaría llegando a Cuba ese día por Niquero.

La estrategia insurreccional ideada por Fidel buscaba paralizar el aparato represivo del régimen y armar al pueblo para la toma del poder. Por eso, aquel final de de noviembre, Santiago estallaba en rebelión y vestido por vez primera de verde olivo, salió al asalto de su Ciudad, cooperando en los momentos más difíciles de la lucha..

A las órdenes de Frank, un maestro de 22 años al que le unía una entrañable amistad, Vilma Espín Guilloes, una joven luchadora comprometida en los trajines de la lucha clandestina, devenida luego guerrillera y al triunfo de la Revolución Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, estaba entre las mujeres que participaron en el levantamiento armado del último día de noviembre, previsto para apoyar la llegada a Cuba desde México de la expedición revolucionaria que vino en el Granma, encabezada por Fidel.

Otras mujeres de estirpe heroica acompañaron a los combatientes del 30 de noviembre. Haydée Santamaría, Gloria Cuadras, Asela de los Santos, María Antonia Figueroa, todas ellas nombres con historia, que sustentaban su existencia en la lucha y que en más de una ocasión burlaron a la muerte. Mujeres cuyas vidas se remontaban a cuando usaban medias cortas y uniformes de estudiantes, y que ya no nos acompañan hoy, pero viven en la memoria de la Patria

La acción se iniciaría a las siete de la mañana con un morterazo al cuartel Moncada, a cargo de Léster Rodríguez y Josué País, detenidos antes de iniciarse las operaciones. Diferentes puntos de la Ciudad fueron atacados por los bisoños combatientes, liados a tiros con los cuerpos represivos. Frank País, al ver el cariz que habían tomado los hechos ordenó calladamente la retirada.

Pero el alzamiento en apoyo al desembarco del Granma demostró el grado de conciencia alcanzado por el pueblo santiaguero, manifestado en la solidaridad ofrecida a los combatientes, escondidos y asistidos en sus casas a riesgo de sus vidas.

Como se sabe, la llegada del Granma se produjo dos días después, pero la disposición de aquel grupo de heroicos combatientes de sublevarse en apoyo al desembarco ya estaba en marcha y, secundados por la juventud santiaguera que con las armas en la mano, se lanzó a las calles y demostró con su bravura su fervor patriótico y su entrega a la lucha revolucionaria, resultarían imparables después a lo largo de toda la lucha insurreccional.

La rebelión armada y el posterior proceso clandestino que allí tuvo lugar marcaron la existencia de los santiagueros que escribieron aquel día su rojo 30 de noviembre, signado con la heroica muerte de Otto Parellada, Pepito Tey y Tony Aloma.

Un levantamiento memorable y una jornada más de heroísmo. La acción demostró también la capacidad del Movimiento revolucionario para superar errores y fracasos y ajustar la mira en el campo insurreccional. Para entonces Santiago se había vestido de revolución y en la vanguardia de un proceso transformador y revolucionario que teje día a día su propia historia.

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