martes, 19 de septiembre de 2023

A la mujer acelerada

 




Por Aime Sosa Pompa

Para ti, la mujer acelerada, van estas consideraciones; para la misma que un día — puede ser hoy—se sintió muy cansada, literalmente "desbaratada", como si le faltaran piezas.
Por eso tienes que frenar. Pero es difícil, ¿cierto? Más fácil lo escribo yo que lo intentas tú. De todas maneras, vamos a tratar: sólo un paso, para que ese freno funcione en cámara lenta y sea mejor la recuperación. Es que esa celeridad no es la medalla que debes ganar.

Ahora mismo puedes hacer una prueba: mírate las manos, ¿muestran a una mujer que trabaja mucho o poco, independientemente de lo que hace? Haz lo mismo con tu cara: en un momentico ve al espejo, o inclínate en la cama y observa bien. No te detengas en las arrugas, en las canas o en la belleza de ese rostro aún joven; no te pongas a pensar en lo que puede o no gustarle a alguien. Mírate mejor a los ojos, con esa profundidad que sabemos está entre ceja y ceja.

Ahí estás tú; no lo pareces, pero eres la genia de la lámpara, la maga con o sin sombrero, la creadora y recreadora de mundos y la máster en el invento; ¿qué digo máster?, ya eres una doctora en ciencias domésticas y familiares.

Si te hice sonreír, vamos con buen paso. Sonríe y siéntete, al mismo tiempo, orgullosa. Esto pasa cuando la mujer se multiplica, se desdobla haciéndolo todo o casi todo en su casa, o en la de la madre, la del hermano, la de su hija, con los nietos o con la bebé que sólo se duerme en sus brazos.
 
Hay un detalle que tengo que señalarte, después de haberte elogiado tanto. Y es la cuestión de cómo vas llevando tu vida. ¿Estás haciendo las cosas a tu aire, tomándote tu tiempo? O, en cambio, ¿eres esa que siento tan cerca: la mujer acelerada? La que sabe hacer en una hora lo que en otros momentos debe hacerse en varias: echar tres tandas de ropa sucia en la lavadora, mientras estás cocinando; bañar a los niños mientras se enjuaga; y servir la comida, mientras pasas la ropa por la centrifuga, la tiendes y hasta la recoges antes de irte a dormir…. ¿Quién eres: la súper mujer? ¿No es mejor desacelerar tu estilo de vida? ¿Se podrá?

Antes de seguir, debo aclarar un par de cuestiones; ya sabes, somos hermanas en esto de defender nuestros derechos. Hay mujeres trabajadoras y esforzadas, así como también la hay menos preocupadas por su entorno, o por salir adelante. Lo que quiero decir con esto es que no depende del sexo, sino de los principios, la personalidad e, inclusive, de la crianza, porque la responsabilidad y el sentido común son cuestiones que compaginan. Ser mujer tiene sus ventajas, no lo dudes nunca. Lo otro es saber combinar experiencia, a medida que se adquiere, con la autonomía y la independencia, aun cuando las decisiones dependan de alguien más, o ese alguien tenga lo necesario. Aunque seas una mujer acelerada por el síndrome de trabajo múltiple y muchos crean que eres un clon o tienes dos manos de más, debes transmitir la imagen de mujer muy segura de sí misma y con una personalidad resiliente. Es la única forma de enfrentarte cada día a esas quejas, rabietas y protestas de hijos y otros que no son hijos; o a esos focos de estrés que pueden estar en el simple hecho de abrir un refrigerador y no encontrar qué cocinar.

Con el corazón en las manos, quiero aconsejarte. Una mujer acelerada no puede hacerlo todo bien; o, si lo hace bien, entonces llegará al final de la jornada muy cansada. Y cuidado si no eres ya una mujer enferma, con una condición crónica que te impide seguirle el ritmo a esta vida. A una mujer acelerada le debe faltar tiempo para ella…. Y agrego más: si ya es difícil que dos personas se ocupen de todo en una casa con hijos, para una sola mujer esta tarea puede volverse casi una misión imposible. ¿Qué quieren las mujeres que viven con este síndrome de multiplicarse y son las súper rápidas? Pues tiempo, piden mucho, ¡mucho tiempo! Entonces tienen que aprender a ahorrarlo y la organización es clave.

Mi mejor recomendación para que una mujer acelerada comience a hacer las cosas con más calma es que en su casa debe haber una organización un poco férrea, y esa palabra viene de hierro. Las rutinas son importantes, tanto para los pequeños, los más jóvenes o los adultos, sin extremos, ¡claro! Cuando se esté acercando las tres de la tarde, pues que se bañen los que están en la casa, para que cuando lleguen los muchachos de la escuela sea menor el trajín y puedan todos comer a la hora adecuada. Eso de estar corriendo detrás de alguien para que vaya a bañarse, te hace perder hasta horas a veces, y más si hay que calentar el agua al mismo tiempo que se hace la comida. Y así las cosas.

Lo otro es imponerse. Quizás eres la mujer acelerada, pero más bien porque eres una esclava de todos en la casa y no te has dado cuenta de que esas cadenas te mantienen más cerca de una rutina que satisface a otros, pero no a ti.

Si te viste retratada, te propongo ir más lento, desacelerar, mejorar los pasos y, sobre todo, que tengan como primera prioridad tu propio bienestar. Tienes que quererte más y quizás ser más flexible ante la realidad que vivimos. La mujer sigue siendo la gran desfavorecida, tanto dentro como fuera de casa, a pesar de los logros, de nuestros derechos alcanzados... De por sí, el trabajo en la casa no está remunerado, nadie recibe “un peso” de más por eso; así que procura que por lo menos te paguen con caricias, amor, regalos, invitaciones a pasear y una tonelada de comprensión con ayuda verdadera.

Así que ve con más calma, mujer acelerada; si total, ya tienes un máster en tolerancia y habilidad para negociar. Hazte más fuerte todavía; exígelas, que te esperan tus horas de calma, de más sosiego, horas en las que podrás ver la novela que quieres, leer el libro que deseas, hacer yoga, salir a pasear con calma sin pensar en lo que tienes que hacer cuando regreses a casa, horas para ti…. Y si poco a poco puedes ir desacelerando, dile a las que tienes delante o a las que van detrás, como intentando pasarte, que si siguen a ese paso alejan la meta cada vez más, porque están sobrepasando el preciado tiempo que se tiene para vivir y la certificación de desgaste que hemos heredado.

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