lunes, 17 de julio de 2023

Gladys Egües Cantero: una mujer privilegiada

Fotos: Natasha Salomé Tachín Sarría

Por Gabriela Orihuela

Gladys viste de verde y camina regia; intenta forzar la vista para reconocer a todas las personas que la saludan con cariño. A algunas no las ve. A otras las abraza y ladea su cabeza como quién pregunta con mímica “¿cómo has estado?”.

La vestimenta y los reencuentros se deben a que acaban de concederle, este 5 de julio, la moneda conmemorativa “60 Aniversario de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec). Gladys es una mujer feliz, más que por los reconocimientos otorgados —que son muestra de la entrega, el empeño y el talento de una persona― por la historia vivida, la que cuenta con afecto, la que involucra a grandes hombres y mujeres, la que ha de calificarse como admirable.


 Gladys Egües Cantero cuenta con varios premios y reconocimientos, entre ellos: el Diploma al Mérito del Contingente Cultural Juan Marinello en el 1987; el Sello Laureado del Sindicato Nacional Trabajadores de la Cultura en 1992; la Distinción Félix Elmuza concedida por la Unión de Periodistas de Cuba en el año 1998; las medallas 23 de Agosto (1992) y 50 Aniversario (2010), ambas otorgadas por la Federación de Mujeres Cubanas y el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida 2013.

«Mira, él fue fotoperiodista de Fidel Castro y ahora estuvo con Díaz-Canel», «ella era problemática en la escuela, pero una periodista de vanguardia», «esa otra señora, que está ahí sentada, es una mujer única, una profesional de primer nivel», dice y parece que sabe de memoria la biografía de las más de un centenar de personas que recibieron la medalla. Entonces, surge la duda, ¿quién es esta periodista de “larga data” tan querida?

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Gladys Egües Cantero nació en la casa de su abuela, mujer que se casó con apenas 14 años de edad y llegó a tener hijastros mayores que ella. «Mi mamá, siendo muy joven, fue a parir a la casa de su madre, como se estilaba antes. Yo soy manicaragüense de nacimiento», cuenta.

Cuando habla de su infancia, Gladys regresa a la finca donde creció y corrió por el patio gigantesco en el que su abuelo rayaba chocolate y los niños esperaban el pedacito. No olvida, tampoco, los desayunos repletos de carnes y viandas. «Jamás tuve problemas económicos; sin embargo, sabía que otras familias pasaban hambre».

De esos recuerdos que llegan como flashes, nunca omitirá que observó a hombres y mujeres dormir en las calles, taparse con periódicos y calentar su comida en anafitos (madera con cuatro clavos, una lata y un poco de alcohol). «Todas esas cosas yo vi; pude distinguir el hambre, la miseria y personas con ciertos recursos».

El hogar de Gladys se diferenciaba por poseer un exquisito mundo sonoro. «Mi papá amaba la música clásica. En casa se escuchaba mucho a Mozart, Beethoven, Schubert, Paganini y toda esa cultura fue llenando mi infancia».

Richard Egües, su padre, fue un músico que, pese a estudiar primero clarinete, debutó musicalmente tocando los platillos, el bombo y los timbales en la Banda de Ranchuelo. Gladys asegura que él montó casi todas las bandas musicales de los pueblos de la antigua provincia de Las Villas, que entonces incluía a Sancti Spíritus, Cienfuegos y Villa Clara.

En la entrevista “Gladys Egües Cantero: El periodismo que no imaginó”, realizada en 2020, contó que Richard Egües empezó a tocar en las bandas entre los dos y los cuatro años de edad. «Hay una anécdota muy simpática; en uno de los bailes con la orquesta de mi abuelo, la música no empezaba porque mi papá, que ya era músico oficial, no aparecía: andaba con pantalones cortos y no lo dejaban pasar al salón», comentó.

Sumamente estrecha fue la relación con su padre, tanto que Gladys se erigió como fuente de su inspiración musical.

«La nostalgia siempre es bien admitida en cualquier circunstancia. En la mía, reina, reinará por siempre Gladys quien, entre varios privilegios, es propietaria de un danzón compuesto especialmente para ella e interpretado por la Orquesta Aragón, en sus primeros 15 años cumplidos. El solo de piano de “Felicidades, Gladys”, constituyó el estreno del ya célebre estilo, ampliamente divulgado, como danzón-cha», explicó Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura de Cuba 2001 y amiga de la infancia de Gladys, en el artículo “Otro danzón para Gladys Egües Cantero”.


 La foto nos muestra a Gladys junto a su padre y amigos de la televisión venezolana (1994). Puede escuchar el danzón siguiendo el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=x1h-0UcBizE. Tomada de Cubaperiodistas.

Durante sus primeros años de vida, nuestra entrevistada llegó a estudiar piano, pero dice no ser buena en la música. «Las mujeres de mi familia no destacan por sus dotes musicales; en cambio, los hombres son excelentes», plantea.

Su hermano menor, Rembert, tocaba en la agrupación Los Chicos del Jazz, con 11 años de edad y con 14 dirigió la Orquesta Jóvenes del vals. Posteriormente, fue director de Sensación, durante más de 20 años. Manolito, el más pequeño de los hermanos, también estudió piano en las escuelas de la antigua Unión Soviética; sin embargo, se formó como especialista en Rutas de vuelo y Meteorología.

«Mi papá, además de músico, fue contable, tabaquero, reparador de pianos. Hizo muchas cosas. Tenía una gran inteligencia. Mi madre, Nora Cantero, fue una mujer maravillosa, llena de dulzura. Siempre conté con su apoyo, sensibilidad y protección».

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Siendo pequeña soñó con ser jurista; luego, debido a su enamoramiento de los caballos, veterinaria. Pero para 1961, siguiendo el camino de la cultura, comenzó a estudiar en la Academia de Bellas Artes San Alejandro. Pensaba ser crítica de arte. Esa meta se esfumó de prisa.

A la periodista Liz Caridad Conde Sánchez le contó que se hizo miliciana con 13 años. «En 1961 fui a la Sierra Maestra e hice un recorrido por esa zona. Me abrió un mundo diferente al cual yo estaba acostumbrada y conocí muchas cosas». Dos años más tarde, Gladys estaría vinculada a la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) en la Ciudad de los Puentes y se convirtió en una de sus líderes.

Villa Clara fue su primera casa; no obstante, en Matanzas, su otra tierra, inició la vida laboral. «La actividad fundamental dentro de la AJR primero y de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), después, era participar en las actividades de desarrollo del país».

 

Gladys no imaginaba que su pasión estaría en el mundo de las letras.

La joven de entonces se fue a Matanzas porque Zenobio Faget, alias “Puri”, ―quien formaba parte de su familia agnática―, voluntario del primer contingente en la Sierra Maestra y dirigente de la AJR, le dijo un día: «Ven para acá».

Como una «provincia llena de alzados, un hervidero de problemas y conflictiva» describe a la Matanzas que pudo conocer recién llegada. Lo cierto es que, en esa misma área, existía un mundo revolucionario emergente que la adolescente de esa época ignoraba. «Yo me iba a las zonas campesinas y decía, ingenuamente, a lo mejor no regreso, pero dirán Círculo Cultural “Gladys Egües Cantero” o Círculo Deportivo “Gladys Egües Cantero”».

El miedo no fue suficiente para detenerla: instituyó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), organizó las primeras recogidas de café de escolares, participó en la transformación de la AJR en la UJC. Incluso llegó a dirigir, durante cinco años consecutivos, el Festival del Carbón.

«Comencé a trabajar a los 15 años de edad. Puedo asegurar que la Revolución le daba a la gente, tan joven como yo, su Moncada» ―ríe y asevera que la juventud cubana tomó el cielo por asalto. «A los 16 años encabecé la dirección de actividades del movimiento de aficionados en el Consejo de Cultura en Matanzas. Era responsable de más de 300 trabajadores y trabajadoras y de más de un millón de pesos».

Estaba consciente de que el arte, la cultura y la educación eran los factores fundamentales para el pueblo; «un pueblo que al triunfo de la Revolución tenía tantas personas analfabetas, tantas personas pasando hambre, tantas personas luchando por la salud». En todo ese proceso, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) jugó un papel importante.

«Soy defensora absoluta de la mujer cubana y de la FMC porque, cuando yo llegaba a cualquier zona campesina de Matanzas, me decían “por aquí estuvo fulana”, ¿sabes quién era fulana? La secretaria de la federación ―Vilma Espín en ese tiempo―. La FMC resolvía muchas cuestiones vitales para la emancipación y el crecimiento de las mujeres», manifiesta.

Gladys siempre sobresalió por ser una incansable lectora. Pasaba horas detrás de los libros y bebía de ellos toda la información que lograba. Sin embargo, en una ocasión sintió que su cultura no era suficiente para ocupar el cargo que ostentaba. Así que, luego de pensarlo, decidió irse para La Habana a estudiar Periodismo.

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La primera clase que tuvo con Mirtha Aguirre jamás se le olvidará. La escritora se posicionó frente al aula de más de 200 estudiantes ―las carreras de Letras y Periodismo compartían clases― y conferenció por horas, sin detenerse. Cuando terminó de hablar, dijo que se analizaría, en el próximo encuentro, la crónica, la crítica y el comentario. Se fue, así, sin más. El salón quedó en total silencio.

«¡Imagina! Una joven estudiando Periodismo que no había terminado el Preuniversitario. ¿Qué hice? Pues reforzarme las pestañas. El claustro de profesores y profesoras ―integrado por Roberto Fernández Retamar, Vicentina Antuña, Lucía Sardiñas, Nuria Nuyri, Pelegrín Torras, el rector José Millar Barruecos (Chomi) y el decano Carlos Amat, entre otros― era maravilloso. Me leí cada libro, documento o texto que habían publicado», comenta Gladys Egües Cantero.


Los libros han ocupado un espacio especial en la formación académica, profesional y personal de Gladys.

En otra entrevista, la periodista de vasta experiencia contó que en la Universidad de La Habana (UH) formó parte del equipo que transformó la revista Alma Mater en la década de los sesenta, junto a otros compañeros como Germán Piniella y Vicente Carrión. «Hicimos muchas investigaciones dentro de la UH, acerca de cómo los jóvenes veían la UJC, sobre el 13 de Marzo, entre otros. Fue una etapa extraordinaria de mi vida porque tuve una actividad muy fructífera».

Asimismo, colaboró con el periódico El Mundo, desde alrededor de 1968 hasta su desaparición; trabajó en la página cultural del rotativo, en la revista Cuba y en Granma. Durante sus pre prácticas profesionales estuvo en la Isla de la Juventud, al lado de la cineasta Sara Gómez, ahí conoció más sobre el mundo audiovisual. Gómez producía el documental La otra Isla y, en una de las historias del filme, nombrada “Lázaro, la violencia y Gladys”, la estudiante de Periodismo fue una de las intérpretes.

Desde el inicio de nuestra cita, Gladys se describió como una mujer prepotente, sobre todo en su niñez y juventud. Por esa característica, unido a que piensa que llegó a ser, varias veces, muy «contestona», cree que la sancionaron luego de graduarse de Periodismo, en 1971, y la ubicaron en el Centro de Investigaciones de las Ciencias Agrícolas (INCA).

«Fueron dos años de mi vida de mucho sacrificio. Me levantaba sobre las 4:00 a.m. y pagaba mi transporte para llegar a tiempo. Estudié todo sobre la agricultura cubana. Posteriormente, me mandaron para la revista Romances».

Una anécdota inolvidable para la periodista es que la administración de Romances no quería que ella trabajara allí. «Consideraban que tenía “debilidades ideológicas”, por el simple hecho de que mi familia estaba dividida entre Cuba y los Estados Unidos, recibía dinero del exterior y viajaba. Nada de esto hacía que mi postura política cambiara».

Gladys fue hasta la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) para buscar ayuda y, de manera atinada, resolvieron el conflicto. Veinticuatro meses después de su entrada a Romances se convirtió en la jefa del sindicato. Las “debilidades ideológicas” ―inexistentes― habían desaparecido.

«Pensaba que mi penitencia ―iniciada al momento de su graduación― continuaba en Romances, porque consideraba al periodismo femenino inferior», explica.

Rápidamente se percató de lo desacertado que estaba su pensamiento. Supo que la imagen es, también, política; que el vestir es un reflejo consustancial de la lucha de clases, el desarrollo económico de cada nación y/o región. «La moda y la imagen personal son instrumentos de la ideología dominante, a la cual se le subvalora porque no se concibe su importancia».

En enero de 1978 se fundó la Editorial de la Mujer, ya que la Federación de Mujeres Cubanas consideró factible unificar las publicaciones femeninas. Romances desapareció y Gladys pasó a formar parte de la nueva institución como periodista de la revista Mujeres, dirigida entonces por Carolina Aguilar Ayerra.


Desde su fundación, Gladys labora en la Editorial de la Mujer.

Asimismo, Gladys formó parte del equipo de profesionales que entrevistó a adolescentes y jóvenes cubanas para saber cómo deseaban nombrar la revista que estaría dedicada a ellas. Las propuestas finales estuvieron entre Tania, Chica y Muchacha. Así es como, en marzo de 1980, nace Muchacha, encabezada por Ángela Oramas Camero.

«Soy fundadora de esta publicación, aunque he simultaneado en ambas», alega Gladys Egües Cantero.

Tanto Muchacha como Mujeres rompían esquemas. «Muchacha fue la publicación más solicitada por muchos años», añade la periodista cubana. Mujeres, a su vez, desde su número uno en 1961, y por primera vez en el continente americano, presentó en su portada a una mujer negra.

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Para Gladys Egües Cantero, el periodismo debe ―tiene― que ser espejo de la realidad social; no puede contar una Cuba distinta a la que vivimos.

― Lo más importante, en mi criterio, del ejercicio periodístico, es conocer y dominar bien el trabajo, saber de lo que se escribe, investigar siempre y aplicar las reglas de la gramática; ―agrega― no puede faltar la transparencia y la veracidad en cada texto, el apego a la ética y la justicia.




 «El periodismo debe contarlo todo y siempre con la verdad por delante».

Asegura que una de las grandes fortalezas de nuestro periodismo es que defiende a su país por encima de todo y que está consciente de la importancia de la unidad de cubanos y cubanas, «lo cual no quiere decir que no reconozca problemas, dificultades y contradicciones».

El 16 de junio de este año, la periodista cumplió 61 años de vida laboral, resulta válido preguntarle entonces qué asuntos le quedan pendientes. «No he podido hacer un libro contando las anécdotas del mundo de la cultura que yo conozco», responde.

En 2013 Gladys recibió el Premio Nacional de Periodismo y, 10 años más tarde, sigue contando que fue toda una sorpresa.

― Pensaba que la Upec no me daba importancia, no le daba valor al trabajo que desempeñaba en el mundo de la estética. Yo sí creo que, repito, la apariencia personal es ideología. Es muy relevante que una persona sepa qué debe hacer para causar mejor impresión, cómo ataviarse para sentirse mejor o cómo imponer su personalidad ―dice y se aprecia emocionada al contarlo. Cuando en la Upec estaban hablando de la persona a la que le iban a dar el premio, no me percataba que hablaban de mí y, realmente, me sentí muy realizada.

Aunque Gladys o Gladiola, como cariñosamente le dicen algunas de sus compañeras de trabajo, se define como una periodista de prensa escrita, ha tenido la posibilidad de incursionar en diversos espacios televisivos: la Revista de la Mañana, Mediodía en TV, De tarde en casa y en el Canal Habana, donde habló, por ejemplo, sobre la familia y la importancia de la educación social y la convivencia. En la radio también tuvo presencia: «durante el período especial, hice mis secciones correspondientes a la revista Mujeres».

― ¿Es una mujer feliz? ―interrogo buscando conocer a qué conclusiones ha llegado Gladys sobre la vida que tuvo, tiene y tendrá.

― Soy una mujer privilegiada.

Si repasamos su biografía ―del mismo modo que ella lo hace con todos sus compañeros y compañeras de profesión―, podemos afirmar lo mismo. Ha sido privilegiada porque creció en un ambiente familiar sano, repleto de enseñanzas y amor; ha sido privilegiada porque tuvo la oportunidad de ser una adolescente dirigente.

Ha sido privilegiada porque conoció a grandes personalidades de nuestra historia y cultura como Nancy Morejón; Agustín Drake, director de la escuela de artes plásticas; Pedro Esquerré, de las galerías de arte; Carilda Oliver Labra; Renée Méndez Capote, Mariblanca Sabas Alomá, Silvia Bota, Rodolfo Santovenia, Melba Hernández, Haydée Santamaría Cuadrado, Zenobio Faget, Nivaldo Herrera, Adelina Vázquez Noriega, por solo citar algunos nombres.

Ha sido privilegiada porque ha podido escuchar todos los discursos de Fidel Castro Ruz que, de acuerdo con Gladys, es «la persona más importante de la segunda mitad del siglo XX».

Ha sido privilegiada porque, después de un largo recorrido, alcanzó trabajar en lo que deseaba y, además, supo sacarle provecho a aquello que menos amaba. Ha sido privilegiada porque pudo fundar colectivos, guiar procesos, liderar momentos imprescindibles, tanto de la Revolución cubana como de su profesión. Ha sido privilegiada porque jamás tuvo problemas al andar si carnet de identidad por casi cuatro años.

Ha sido privilegiada porque logró descubrir varias historias, mundos, sueños, realidades, luces. Ha sido privilegiada porque conoció tarde ―luego del triunfo revolucionario el priemro de enero de 1959― lo que era el racismo y decidió estudiarlo, enfrentarlo y visibilizarlo. Ha sido privilegiada, ya que tuvo el valor de escribir diversos libros, publicarlos y verlos convertirse en referencias de la cultura cubana.

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Mayo de 2023

Gladys Egües Cantero entra a la Editorial de la Mujer de la mano de su ahijada Yamilé. Saluda a la par que cuenta historias suyas. Busca el sitio que le pertenece dentro de la institución. Yamilé se ubica delante de la computadora, Gladys a su lado. «Escribe, que te voy a dictar una crónica», le indica a Yamilé.

La señora, con más de 60 años de faena, nunca aprendió a usar dispositivos electrónicos para hacer su trabajo. Ahora dicta. Lo hace porque sabe que el periodismo es para siempre, es una apuesta diaria con la verdad y, como ella refiere, es hasta la última gota de tinta.

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