Por Gabriela Orihuela
En los últimos años se ha visibilizado con mayor fuerza desde los medios de comunicación la violencia machista; no es suficiente, pero se hace notar la necesidad de seguir abordando el tema. Disímiles son las historias que podemos mostrar. Cada una de ellas guarda, entre líneas y sentires, mensajes de fortaleza, resiliencia, luchas internas y otras más visibles. Narrar los testimonios de mujeres víctimas de violencia de género no es un mero acto de enunciación, puede convertirse, además, en la excusa perfecta para teorizar y educar sobre conceptos manidos, pero poco comprendidos; para conocer que existen, entre silencios y verdades; para saber que ellas, las mujeres, no están solas.
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Soy una mujer libre. Hoy siento el aire distinto; camino más segura y no volteo para ver a quién le pertenecen los pasos que escucho. Duermo tranquila y sueño con el mar.
Hace unos años los colores del día a día no parecían tan vibrantes. Él se encargó de apagarlos, de eliminar los rastros de felicidad y fortaleza que poseía al cumplir sesenta y cuatro primaveras. Pero él no llegó en ese tiempo y ni siquiera fui yo quien le dio entrada en nuestras vidas. Tuve que resignarme cuando lo hizo, cuando se quedó.