Por Aime Sosa Pompa
¡Cuánto tiempo hace que no recibimos una letrica tuya!, no dejes de escribirme ahora y contarme de todo,… ¡Si vieras las cosas que se han hecho posibles aquí!
A Vilma le gustaba escribir cartas, ese don preciado de quienes, con cierta dedicación y casi amor al papel, estaban acostumbrados a un hábito que enlazaba deseos, historias e impresiones que después podrían convertirse en memorias. Porque casi siempre esas cartas, las recibidas, se guardaban como tesoros y servían como puertas al pasado de sus remitentes. Algo así sucede con esos pliegos que se disfrutan, aunque sean documentos históricos, en el libro El fuego de la libertad.