Por Marilys Suarez Moreno
Ciudad con vida propia, fortalezas inexpugnables como el Castillo de los Tres Reyes del Morro, plazas, edificaciones coloniales y alzada a la modernidad como una urbe que se respeta, La Habana de hoy se renueva sobre sí misma, aunque no con la celeridad y los deseos que demandan sus habitantes, ávidos de verla limpia de basureros, despintes, salideros, albañales desbordados y baches, que le dan una imagen decadente, desaseada y ruinosa. Y aunque mucho de ello pasa por la complejidad económica que vive el país, evidencia también desatinos, comportamientos indeseables y el ultraje de quienes indolentes campean por sus fueros, ajenos a la sensibilidad colectiva de sus buenos avecindados.