Foto: Centro Cultural Amauta
Por Lianne Garbey Bicet
En la provincia de Pinar del Río, donde la música se entrelaza con la cotidianidad como una enredadera vigorosa, Miriela Mijares Márquez ha sembrado su existencia. No como quien trabaja la tierra por oficio, sino como quien la cultiva por pasión. Con una carrera que abarca ya tres décadas, su voz no solo ha trazado una trayectoria sonora en la historia musical de su región, sino que también se ha convertido en un símbolo del espíritu inquebrantable de las mujeres en la sociedad.
Desde los primeros compases de su vida, Miriela demostró que su talento estaba destinado a sobrepasar fronteras. A los seis años de edad, la guitarra ya era una extensión de su ser y, a los 11, su arte la llevó a vencer en una competición internacional en Alemania, dejando atrás a representantes de 44 naciones. Pero, en palabras de Miriela, su verdadero legado musical comenzó mucho antes, en el calor de un hogar donde la música era tan esencial como el alimento diario.
"Mis primeros recuerdos están impregnados de melodías. La música no es mi trabajo, es mi vida", afirma Miriela, cuya filosofía artística se desprende con naturalidad en cada conversación. Su casa siempre fue un hervidero de creatividad, un lugar donde constantemente se "cocinaban canciones".
Durante una conversación reciente, Miriela reveló a la revista Mujeres que su decisión de permanecer en Pinar del Río ha influido su obra: "Mi música es un espejo de mi tierra, una mezcla viva de son, guajira, habanera y danzón. Me nutro de este terruño que me ha visto crecer, de los consejos diarios de mi madre, de la cercanía con mis seres queridos. Aquí, en Pinar del Río, encuentro mi felicidad."
“No me imagino una vida distinta, lejos de hablar diariamente con mi madre o de mi entorno familiar. Esa vida me hace feliz y, aunque podría vivir en otro lugar, prefiero mi mundo en Pinar del Río. Le he compuesto canciones a esta ciudad y a su vida cultural, y seguiré haciéndolo porque es parte de mí”.
Su grupo musical, en el cual participan familiares y amigos, es descrito como una "familia artística" por ella. "Son la extensión de mi hogar. Hemos forjado juntos una identidad que es reconocida y valorada en nuestra comunidad", afirma Miriela antes de explicar la vasta tradición familiar que le legó una rica herencia musical.
Y es que la pasión de Miriela por su arte se extiende más allá de las melodías y acordes; es una filosofía de vida.
“ Nunca he visto la música como un trabajo. A veces, incluso, tardo en cobrar mi salario porque no logro asimilar que vivo de ello. La música es mi vocación y ha sido parte de mi vida desde que tengo memoria. En mi hogar, la música siempre estuvo presente, desde la composición hasta las celebraciones familiares. Los Mijares tienen una larga trayectoria musical. En mi grupo están mis hermanos y mi padre, incluso la esposa de mi hermano es nuestra flautista. Entonces, lo que he hecho a lo largo de todos estos años es tratar de mantener viva esa tradición musical reconocida en la provincia”, asegura esta mujer que emana confianza y seguridad en el tono que le da a cada palabra que sale de su boca.
Además de impulsar su carrera musical, en los últimos años ella ha sido la fuerza motriz detrás de "La Guarapachanga", un festival que provee un escenario para que artistas emergentes muestren su talento, reafirmando su compromiso con la cultura y la juventud, y así lo reseña:
“El festival La Guarapachanga nació de una necesidad y un deseo de ser útil. Con él hemos logrado ofrecerle una oportunidad de crecimiento a los artistas menos conocidos de la ciudad y el país. Además, siempre he tratado de aportar algo a la infancia y la juventud, ya sea a través de mi música, mis clases o el festival. Quiero dejar algo valioso para las próximas generaciones”.
Pero esta labor, también la despliega fuera de los grandes escenarios, para llevarla a un contexto más comunitario y docente, estableciendo un vínculo con otra de sus grandes pasiones, que es la enseñanza a los más pequeños de casa.
"Mi conexión con los niños es innegable. No solo me ven como una artista, sino como una maestra", dice Miriela. Con una profunda vocación educativa, ella descubre y cultiva talentos jóvenes, llevando su amor por la enseñanza a cada presentación y taller.
Cada nota que toca y cada lección que imparte son hilos de un mismo tejido: su misión de perpetuar la tradición cultural de su tierra natal a través de la música.
En cada acorde que emana de su guitarra, Miriela Mijares Márquez no solo interpreta una pieza musical; narra la historia viva de su tierra natal que resuena en las calles y en el corazón de su gente.
En la preservación de la identidad cultural y en la pasión por su arte, ella ha escrito su historia y también ha inscrito la de su ciudad en el gran pentagrama de la tradición musical cubana.
Su legado, forjado con notas de amor y dedicación, resonará por generaciones y mantendrá vivo el espíritu de la música que fluye, inagotable, en la provincia de Pinar del Río.
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