La abuela, recién operada, sentía que la casa se le venía encima. La nieta mayor no paraba de escuchar música de la más estridente, según su parecer, mientras los dos más chicos (cinco y siete años) corrían por toda la casa, gritando y peleándose por algo.
En realidad, a nadie de la familia parecía preocuparle mucho el estado de la anciana, inmersos como estaban en sus propios asuntos.
Traigo a colación el tema, porque no resulta raro observar en niños, niñas y adolescentes, rasgos de insensibilidad y egoísmo.
Tales manifestaciones llaman a la reflexión sobre un aspecto tan importante de la crianza y la educación familiar como es la formación de sentimientos nobles en nuestra descendencia y que, en gran medida, es objeto de descuido o no se toma en cuenta a la hora de educar.