La abuela, recién operada, sentía que la casa se le venía encima. La nieta mayor no paraba de escuchar música de la más estridente, según su parecer, mientras los dos más chicos (cinco y siete años) corrían por toda la casa, gritando y peleándose por algo.
En realidad, a nadie de la familia parecía preocuparle mucho el estado de la anciana, inmersos como estaban en sus propios asuntos.
Traigo a colación el tema, porque no resulta raro observar en niños, niñas y adolescentes, rasgos de insensibilidad y egoísmo.
Tales manifestaciones llaman a la reflexión sobre un aspecto tan importante de la crianza y la educación familiar como es la formación de sentimientos nobles en nuestra descendencia y que, en gran medida, es objeto de descuido o no se toma en cuenta a la hora de educar.
Ese gesto indiferente hacia los problemas o desdichas de los demás, que resalta a veces en los integrantes más jóvenes de la familia y que a los más chicos casi siempre se les pasa por alto, considerándolo un comportamiento natural a sus años, tiene su raíz, precisamente, en la cuna.
Hace poco observé a un grupo de niños que tiraban a un pequeño gatico como si fuera una pelota. Los regañé por su conducta y se fueron corriendo y gritando malas palabras. Por suerte para el minino, una muchacha que también presenció la escena tomó el adolorido gatito en adopción.
El tema del maltrato animal es recurrente en las redes sociales, donde se denuncian a los depredadores humanos por sus actos de crueldad contra perros y gatos callejeros. Agregaría también a unos cuantos cocheros que las emprenden a latigazos contra los caballos y animales de carga que utilizan para transporte, los dejan al sol por horas y ni agua les dan.
La formación de sentimientos nobles tiene que comenzar a edad muy temprana y hay situaciones perfectamente comprensibles hasta para los preescolares.
Si mamá, papá, la tía o el abuelo se sienten mal o descansan, el niño o la niña entenderán que no deben molestarlos, porque tanto el uno como la otra han estado enfermos alguna vez o duermen y la familia se preocupa por cuidarlos en su reposo. Así de sencillo.
Pero si la misma familia hace la vista gorda o le ríe la gracia cuando ve al muchacho tironearle la cola a un perro, cazar lagartijas y dárselas vivas a un gato o gozar torturando a esos y otros animales, como las aves que cazan a pedradas, no puede esperarse que, en un futuro, prime en él la nobleza y el sentido de humanidad hacia sus semejantes.
La violencia engendra violencia y si el medio en que se crece justifica el maltrato, el resultado no puede ser otro que desarrollarse como persona de malos instintos, violentadores y acosadores de mujeres y quién sabe hasta donde más puedan llegar.
Nadie nace con buenos o malos sentimientos, estos se cultivan y forman a través del proceso educativo, en el cual juega un rol preponderante la creación de buenos hábitos y el ejemplo familiar.
Los sentimientos no son ajenos y creo que a ninguno de esos seres con malos instintos les gustaría que les hicieran lo que ellos les hacen a esos pobres animales callejeros, por ejemplo, que ni se han enterado de que existe una muy luchada y añorada Ley de Protección Animal, que la mayoría de las veces es letra muerta.
La felicidad de quienes integran la familia, y especialmente el desarrollo armonioso y feliz de los hijos e hijas, no podrá lograrse en un ambiente de insensibilidad, irrespeto y violencia hacia el prójimo.
En ese clima, solo pueden formarse seres desamorados, egoístas, agresivos y desprovistos de sentimientos hermosos.
Por eso, cuando decimos ese niño, niña o adolescente tiene buenos sentimientos, reconocemos también a la familia que ha sabido inculcárselos con su propio accionar y el ejemplo diario. Porque sí está comprobada la validez de la familia como espacio donde se armonizan mucho más los valores sociales, morales y éticos de la sociedad. Lo más relevante debe ser la educación de los sentimientos, la cultura de las relaciones interpersonales.
Se empieza contribuyendo a la tranquilidad del bebé, sirviendo de apoyo a los abuelos, preocupándose por la salud de mamá y papá. Mostrando su disposición a ser útil a otros en la medida de las propias posibilidades.
En casa a prendimos a respetar a los abuelos y servir de primero a la abuela y el mejor cuanto de la casa es el de ella.
ResponderEliminarAmo a mi familia y ellos me protegen
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