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| Hoy, alejada de las pistas de forma definitiva y con su segunda hija recién nacida en brazos, Omara habla con serenidad. |
Por: Ana Laura Fernández de Lara López y Jesus Muñóz
En Cuba, decir el nombre de Omara Durand Elías es invocar no solo una lista de medallas y récords, sino la historia de una mujer que corrió con el corazón en cada zancada. Lo hizo por ella, por su país y por todas las mujeres que han visto en su trayectoria una prueba tangible de que la disciplina y la pasión pueden transformar destinos.
Hoy, alejada de las pistas de forma definitiva y con su segunda hija recién nacida en brazos, Omara habla con serenidad, pero también con el brillo en la voz de quien sabe que su impacto en el deporte paralímpico y en la sociedad cubana no se borra con el retiro.
«Creo que dejé huellas positivas, de amor, de cariño y sobre todo recuerdos muy bonitos de mi vida como atleta», asegura, y al rememorar su trayectoria no se enfoca en la nostalgia, sino en la gratitud. «Sé que a través del deporte y de todos los resultados lindos que tuve, he obtenido el cariño y el respeto de muchísimas personas tanto dentro como fuera de Cuba, y eso me llena de satisfacción. Me fui del deporte feliz por haber logrado todos mis objetivos profesionales, pero también afectivos».
