Texto y fotos: Laura de la C. González Trujillo
La conocí a finales del 2004, en aquella etapa que comenzaba el curso escolar.
Mi madre se iniciaba en un nuevo trabajo como parte del departamento de inventario del Museo Provincial Palacio de Junco, en la ciudad de Matanzas, y desde mis primeras estancias en ese centro recuerdo el rostro de Sonia, la señora cariñosa y conocedora de las piezas que desde su fundación alberga el coliseo de la memoria local.
Sonia Tabera Vinagera, la longeva de ocho décadas, hoy es el rostro que recibe al visitante cuando se aproxima al heredero del primer museo fundado tras el triunfo de la Revolución Cubana.
Y aunque su vínculo con la institución cultural empezó desde esta misma función como recepcionista, aseguró que en 45 años de labor, lo que más disfrutaba era revisar cada objeto, interesarse por su historia y reseñar cada detalle en las fichas de inventario.
“Desde que llegaba una pieza yo la observaba por todos lados y nunca más se me olvidaba.
Recuerdo días antes de la inauguración, cuando aún trabajaban algunos de los especialistas de La Habana, que me gustaba quedarme cerca y preguntarles cada dato, cada información para conocer más, rememoró la vecina del barrio de Simpson, del centro urbano de ríos y puentes.
Aunque imaginó su futuro desde el magisterio, y si bien participó en la alfabetización e impartió clases en la comunidad de La Marina y municipios como Limonar, estudió el oficio de Contador en la escuela de Economía.
También transitó como oficinista en un establecimiento de revistas y periódicos, además de ser acomodadora y auxiliar de limpieza en el teatro Papalote, pero fue en el Museo que descubrió su verdadera pasión.
La sala colonial reconoció que es la que más disfruta, por la riqueza de los muebles de estilo imperial y objetos como el fonógrafo de Bonifacio Byrne y la capa de José Jacinto Milanés que permanecen como símbolos del patrimonio matancero.
Se enorgullece de haber tocado con sus manos tan preciadas piezas, como si la proximidad a ellos pudiera transmitirle los secretos de la época en que fueron concebidos.
El Museo me gusta más que mi propia casa. En 2016 me jubilé y me recontraté, afirmó Tabera Vinagera.
Entre sus aportaciones han estado sumar a los fondos de la institución la tarja de la Escuela Pública número 11 y apoyó con la mecanografía en la investigación del Premio Nacional de Historia Urbano Martínez Carmenate sobre Milanés, convencida de que proteger esos bienes significaba salvar la memoria.
Hoy Sonia mantiene viva la historia del Palacio de Junco y de Matanzas, con su voz pausada y firme que evoca las salas que ya el tiempo y la salud no le permiten recorrer asiduamente, y con la certeza de que 45 años de entrega no se borran, porque en cada vitrina quedó también la huella de su existencia.

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