Por Carmen Maturell Senon
Se lee rápido: Más del 95% de las mujeres encuestadas –concluyó un análisis como parte de la tesis de culminación de estudio «La deshumanización de un sexo, acoso sexual callejero en el entorno de la Universidad de La Habana»– han tenido experiencias de acoso físico, persecución o exhibicionismo en el entorno universitario, fundamentalmente en sus alrededores.
Se lee rápido, pero más allá de las consecuencias tácitas, el acoso sexual callejero constituye una amenaza constante a la libertad de las mujeres y a su capacidad de ocupar espacios físicos y simbólicos.
A decir de Paula Rios Maldonado, socióloga e investigadora de la tesis nombrada, el control y la división sexual de los espacios sociales son herramientas universales para reafirmar la dominación masculina y la inferioridad femenina. Y es, precisamente, en los espacios públicos en el que se intenta encerrar a las mujeres afianzando una violencia histórica, muchas veces silenciosa y naturalizada.
La investigación, que tuvo como como objetivo central, caracterizar las manifestaciones de acoso sexual callejero como forma de violencia de género en el entorno de la Universidad de La Habana a través de la experiencia de estudiantes, profesoras y trabajadoras en el año 2024, se complementó con métodos de investigación cuantitativa y cualitativa. Como uno de los resultados se obtuvo que el 80% de las mujeres afirman que han vivido esta agresión.
«Los llamados “pajusos” son acosadores que se manifiestan a través de la masturbación pública. Este fenómeno se puede considerar histórico en la zona, según testimonios de estudiantes y profesores/profesoras esta práctica se desarrolla hace aproximadamente 50 años.
»La masturbación detrás de los árboles frente a la Facultad de Artes y Letras, bajando por G. Todo el mundo sabía que estaban allí, un lugar donde todo el mundo sabía que las muchachas se paraban a coger botella», expresó la especialista en el tema Clotilde Proveyer para la revista Alma Mater.
De las mujeres que han sido víctimas de masturbación pública en el entorno universitario, el 46% ha sido en la zona de la calle G.
Por otra parte, el 75,6% de las mujeres expresaron que personas desconocidas en el entorno universitario le han emitido gestos sexuales, a un 73.2% le han pitado desde carros u otros vehículos, a un 73.2% le han silbado y a un 46.3% le han guiñado un ojo.
Asimismo, 21 de las mujeres afirmaron que han tenido experiencias en el entorno universitario donde hombres se refieren a ellas utilizando apodos con connotación sexual, esta cifra representa más de la mitad de las encuestadas. El 41,5% han sido perseguidas en el entorno universitario. De estas, la mayoría expresaron que se han sentido perseguida porque las han seguido durante un tiempo sustancial y más de la mitad expresaron que los agresores emitían comentarios persistentes que las hacían notar la persecución, y 11.7% de las mujeres afirmaron que sus agresores se posicionaban en lugar estratégicos para perseguirlas sistémicamente:
«Me esperaba en la puerta del edificio de la casa de mi abuela… hasta un punto de que, en una esquina, me persiguió hasta mi casa», confesó una de las entrevistadas para la investigación.
Mientras que otras pesquisadas confesaron haber sido objeto de grabaciones o fotos en el espacio universitario, y solo una encuestada declaró que le han sido mostradas fotos o videos de contenido sexual sin su consentimiento.
Más del 85% de las mujeres expresaron que las miradas persistentes, gestos sexuales, silbidos, fotos no consentidas, comentarios indeseados, “toqueteos”, agarrones, persecuciones o exhibiciones las hacen sentir incómodas o intimidadas.
El 65% de ellas expresaron que les causaba rabia, ira o impotencia, y solamente una mujer afirmó que le es indiferente. A pesar de que la gran mayoría de las mujeres consideran estas situaciones incómodas o intimidantes, al indagar en las formas en que reaccionan ante un episodio de acoso sexual callejero, el 63.4% ignoran a los acosadores. Es un acto contraintuitivo no reaccionar ante una situación que cause incomodidad o rabia; sin duda, ignorar es un comportamiento aprendido. La reacción de ignorar o no dar trascendencia a las situaciones de acoso responde a la premisa de que los hombres tienen derecho a hacer, a decir, a expresar sin atenerse a consentimiento ni consecuencias de la otra parte.
De ahí que, para Paula Rios, a lo largo de la investigación se constató que como factores determinantes para el acoso sexual callejero la impunidad y la naturalización. Para ella debe entenderse como definición del fenómeno cualquier tipo de interacción unidireccional marcada por una connotación sexual respaldada por las dinámicas de poder hegemónicas en espacios públicos.
«No se trata solamente de una violencia que se ejerce desde un individuo hacia otro, sino de un fenómeno patrocinado por la sociedad a través de la impunidad y la naturalización, convirtiéndolo en un fenómeno social» .
*Tomado de Revista Muchacha

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