lunes, 27 de octubre de 2025

Inés Elvira Díaz Soriano: historia viva de Cienfuegos


Fotos: Modesto Gutiérrez Cabo

Por Yordanys Monzón Fernández

Inés Elvira Díaz Soriano, es para muchos, historia viva, o simplemente ejemplo de resistencia. Caminar unos cuatro kilómetros al lado de esta mujer de 83 años, sosteniendo una enorme bandera cubana, y en la vanguardia de la peregrinación por el Levantamiento popular del 5 de septiembre, es un reto para cualquier joven y más si viene de una escuela militar con entrenamiento físico, porque si ella delgadita y enjuta resiste la caminata, entonces no queda otra que seguirla.

Ella es la mujer de la bandera, porque en esa fecha de septiembre, durante tantísimos años se le ha visto salir con sus menudas manos asida a la enseña nacional, avanzar por las calles anchas de la ciudad y enfilar hacia el cementerio Tomás Acea, hasta el obelisco donde descansan los restos de los caídos en la sublevación armada de Cienfuegos.

Sentada en su modesta casa, Inés Elvira cuenta que tenía 15 años, cuando vivió los sucesos de aquella jornada en 1957. La mañana rompió a golpe de balas y sonidos de metrallas: muchos se refugiaban en sus hogares, mientras otros apoyaban el levantamiento.

Cierra los ojos y rememora los sucesos, porque otra vez siente el rugir de los aviones sobre los techos, el impacto de los proyectiles contra las paredes que aturden sus oídos y contempla los cadáveres de jóvenes revolucionarios en las calles.

A los 19 años, en plena flor de la juventud y con la revolución triunfante de 1959, cumplió un sueño que para muchachas como ella tiempo atrás hubiera sido imposible, estudiar en la capital cubana. Así fue como se convirtió esta cienfueguera en una de las primeras 14 mil jovencitas que emprendieron su viaje hacia La Habana, con el objetivo de formarse en el oficio de corte y costura en la escuela para campesinas Ana Betancourt que sesionó en el Hotel Nacional, encabezada por Vilma Espín.

Cuenta que, tras regresar con su máquina de coser, su barrio la recibió con gran algarabía y entusiasmo. Inés impartió clases de corte y costura en pequeñas academias creadas por ella en Cumanayagua, Caunao, La Josefa y el propio Cienfuegos. Sirvió como educadora de tan humilde disciplina a cientos de mujeres en toda la provincia por lo que su papel siempre fue reconocido por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

A pesar de sentirse realizada, ella nunca olvidó su origen campesino, allá en la finca La Josefa del viejo asentamiento de Caunao, en Cienfuegos, donde creció bajo el gobierno del dictador Fulgencio Bautista. Por cuanto al igual que cualquier familia humilde en esta Isla sintió los golpes de la situación económica, por lo que sus padres decidieron buscar trabajo en la ciudad, a donde se mudaron cuando Inés solo tenía unos meses de nacida.

Se puede notar a simple vista el compromiso de la octogenaria con la Revolución Cubana, y ello va más allá de pertenecer a la FMC y al Partido Comunista de Cuba, también en el hecho de portar esa bandera frente a todo un pueblo en peregrinación por sus héroes, algo que motiva a las nuevas generaciones de estudiantes que la acompañan hasta la necrópolis.


Esta cienfueguera con la fuerza de su voluntad y el deseo de rendir tributo a todos los mártires, sigue adelante, con gran resistencia por el largo trecho desde el corazón del parque José Martí hasta el cementerio.

Muchos vecinos resaltan a Inés como ejemplo de compañerismo, laboriosidad y disposición ante las tareas que se encomiendan en la cuadra. Mientras los más pequeños ven la imagen de la dulce abuela, dicharachera, jovial y protectora. También es algo más: un fiel testigo de la historia de Cienfuegos.

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