Por Valia Valdés
Este tren se llama deseo, Premio Villanueva de la Crítica 2024, es una puesta en escena de Teatro Rumbo con dramaturgia y dirección artística de Iran Capote, a partir de la obra Un tranvía llamado deseo, del dramaturgo Tennessee Williams.
La creación del autor norteamericano imbrica el dominio patriarcal y la evasión de la realidad mediante la contraposición de los valores del sur en declive y la clase proletaria emergente.
Capote traslada el conflicto de Williams a un contexto marginal pinareño, donde predominan la precariedad de vivienda, el lenguaje soez y la relevancia del sexo como máxima gratificación.
El teatrista cubano reescribe la obra a partir de investigaciones sobre violencia doméstica en el entorno suburbano. Sitúa los personajes en el ámbito de las desigualdades clasistas, el machismo, la sororidad, y dibuja el pasado de Blanche con antecedentes de malversación, tráfico de drogas y pornografía infantil.
Con la mirada puesta en su realidad inmediata, el director se aleja de la representación tradicional mediante un montaje minimalista, con énfasis en la presencia y el cuerpo de los actores dentro de un espacio reducido. Aunque la violencia no es el tema central del espectáculo, Iran reconoce que esta prevaleció de manera natural en la construcción escénica.
Alioha Pérez Vargas, asesor del espectáculo y director de Teatro Rumbo se refiere al tratamiento de la violencia dentro del montaje:
La violencia física y psicológica se muestran tanto en las golpizas que se propinan los personajes, como en el ámbito de precariedad que describe la obra. Los comportamientos violentos se hacen más habituales en la Cuba del presente, y tenemos que convivir con eso. Es una realidad que nos propusimos mostrar, ya que muchos medios comunicacionales parecen ignorarla; en cambio, el teatro se anticipa y sirve como tribuna de denuncia.
La cercanía entre el escenario y la platea involucra al público en la agresión real que ejercen los personajes entre sí y sobre los espectadores. Intercambiar con los actores que protagonizan la historia visibiliza otras expresiones del abuso emocional y físico.
Sandra Pérez interpreta a Blanche, personaje antológico de la historia del teatro, que en Este tren se llama deseo tiene un pasado marcado por el delito. Blanche-Blanca se degrada a partir de la estrechez económica y de los afectos, en medio de un contexto abusivo.
La actriz rehúye la exposición pública y las conceptualizaciones teóricas. Revela cómo en un momento de su vida, decidió abandonar el ejercicio del Derecho a favor de la actuación, no obstante a la oposición familiar. La madre nunca la ha visto actuar.
Carlos Sánchez interpreta a Marlon. Graduado de la Academia de Artes Plásticas de Pinar del Río y sin formación actoral previa, el joven se estremeció ante la dimensión del personaje y se vio obligado a interiorizar recursos técnicos de los que no tenía idea:
Incorporar la agresividad del personaje fue muy difícil, porque soy incapaz de maltratar a una mujer; mi naturaleza es pacífica, de ayudar a los demás. Al inicio del proceso estaba en la búsqueda de Marlon, la violencia en las escenas era más desenfrenada. Con el tiempo y la práctica coreografiamos las acciones físicas y controlamos la intensidad. Al entrar en el escenario me olvido de mis valores personales, soy el personaje. Debido a la energía del momento, a veces todo se desborda y terminamos con moretones.
Las actrices Yadira (Stella) y Yune (Unice) estudiaron el comportamiento femenino dentro de los barrios marginales con el propósito de encontrar la esencia de sus caracterizaciones y acercarlas a los modos de vida reflejados en la puesta.
Stella, adopta los códigos marginales del hombre que la inició sexualmente, y del que espera un hijo. Subordinada al concepto falo céntrico del amor, pierde su identidad y se convierte en víctima de una relación desigual.
“No es pa tanto, solo me dio un gaznatón”.
Yadira, enumera los enfrentamientos físicos semi-improvisados del montaje, que requirieron ser fijados para evitar lesiones. A su creación incorporó vivencias reales de maltratos a los que estuvo expuesta en una relación de pareja. La artista, a diferencia del rol teatral, supo decir “no” y salir del vínculo opresivo.
Eunice es una vecina de breve participación en el texto original. Iran Capote resignifica el personaje interpretado por Yune Martínez.
Yune imprime a Unice la fuerza que le viene de familia. La define como una mujer que no cede ante la coacción, capaz de enfrentar al maltratador y proteger a sus amigas. Cerró su corazón al amor debido a experiencias dolorosas, y encuentra en Blanche el renacer de su lado humano. Se entrega al amor lésbico desde la admiración por la belleza y el esplendor que la otra representa.
Expertos señalan que el cuerpo no distingue entre la ficción entendida cognitivamente y la experiencia percibida, por lo que la participación en escenificaciones teatrales de violencia, incluso simulada, puede ser traumatizante, tanto en los actores, como en la recepción del público.
La coreografía de cada movimiento y los repetidos ensayos posibilitan evitar daños y, aunque a veces suceden situaciones inesperadas en el calor de la representación, no podemos olvidar que la violencia escénica también deja secuelas.
Al cruzar límites tan delicados que involucran la integridad de los actores, no debe descuidarse la ética en la responsabilidad artística. Es necesario establecer protocolos en escenas violentas, dar seguimiento a las reacciones de estrés en los intérpretes, y estimular la asesoría de especialistas sobre manejo emocional y la seguridad física en escenas de alto riesgo.
La violencia escénica no es neutral, puede ser una herramienta para denunciar injusticias o un recurso que normaliza el maltrato. El desafío estriba en equilibrar las manifestaciones de violencia escénica para repudiarla y promover el respeto. El teatro es un espacio de confrontación, pero también de cuidado.
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