“Una de las verdades eternas es que la felicidad se crea y se desarrolla en paz, y uno de los derechos más sagrados del hombre es el derecho a la paz.”
Bertha von Suttner
Por Lianne Garbey Bicet
Nació en el seno de la aristocracia austrohúngara, rodeada de uniformes, medallas y el eco de marchas militares. Sin embargo, Bertha von Suttner (Praga, 1843 – Viena, 1914) eligió un camino radicalmente opuesto al de su linaje: se convirtió en la voz más poderosa del pacifismo en la Europa convulsa de finales del siglo XIX y principios del XX.
Educada en varios idiomas y las artes, la joven Bertha creció entre privilegios, pero también entre las ruinas de una fortuna familiar dilapidada y el peso de una tradición militar que marcó su destino. La vida la llevó a trabajar como institutriz, y más tarde, tras un breve paso por París como secretaria de Alfred Nobel, se casó con Arthur von Suttner, con quien vivió años de exilio y penurias en la región del Cáucaso.
Fue en esa geografía lejana donde comenzó a escribir. Pero su consagración llegó en 1889, cuando publicó “¡Abajo las armas!”, una novela que sacudió las conciencias europeas. En sus páginas, Suttner denunció la guerra desde la perspectiva de una mujer, cuestionó el orgullo militar y el patrioterismo, y colocó en el centro del relato a las víctimas invisibles de los conflictos: las mujeres que esperan, sufren y pierden a sus amores, a sus hijos durante los conflictos en el campo de batalla.
La obra, traducida a más de una docena de idiomas y llevada al cine, se convirtió en un manifiesto antibélico y feminista adelantado a su tiempo. En el personaje de Marta, Bertha logra romper los roles tradicionales de género, presentando a una mujer instruida, independiente que desafía la idea de la protección masculina como elemento imprescindible en el bienestar de las mujeres. De esta manera, la novela va más allá de la denuncia a la violencia bélica, para mostrar los sistemas de creencia que la perpetúan, como la religión resignada o la glorificación de la cobardía y la muerte en combate.
Junto a su prolífera faceta literaria von Suttner fundó asociaciones pacifistas, impulsó la creación de la Sociedad Alemana de la Paz y promovió el arbitraje internacional como alternativa a la violencia. Su influencia fue tal que convenció a Alfred Nobel de instituir el Premio Nobel de la Paz, galardón que ella misma recibió en 1905, siendo la primera mujer en lograrlo.
Pues durantete toda su vida la baronesa Bertha von Suttner entendió la paz como un derecho humano y una responsabilidad ética. Influida por el pensamiento de Darwin y Spencer, defendió que el progreso debía estar al servicio de la fraternidad y la justicia, no de la destrucción. Por eso no son pocos los que afirman que su vida fue una batalla constante contra el nacionalismo exacerbado y la carrera armamentista.
Gracias a su quehacer a principios del siglo XX, el pacifismo femenino se consolidó en congresos internacionales y organizaciones como el Partido Mujeres por la paz, fundado en 1915 en Estados Unidos, y la liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad.
En tiempos de incertidumbre, cuando los conflictos armados y la violencia continúan marcando la vida de millones de personas en Europa, el Oriente Medio y África, la figura de Bertha von Suttner se alza como un faro. No solo por su valentía intelectual y su capacidad de anticipar los peligros del militarismo, sino por su convicción de que la paz es una construcción colectiva, donde la voz y la experiencia de las mujeres resultan imprescindibles.
Este 21 de junio, en el aniversario de su muerte volver a leer a Suttner constituye un acto de respeto a la memoria histórica de los pueblos y un compromiso con el futuro. Porque, como ella sostenía la felicidad —y la justicia— solo pueden florecer en paz y “después del verbo amar, el verbo ayudar es el más hermoso del mundo”.
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