miércoles, 1 de octubre de 2025

Esas perretas infantiles

 


Por Marilys Suárez Moreno 

“Ya le volvió a dar la perreta”, exclamó la madre de Sheila, y agregó, “ está  terriblemente malcriada y cuando no se le complace o se hace lo que ella quiere, apela a  estas rabietas”. En verdad, se muestra muy colérica y violenta. No sé qué voy a hacer con ella”.

Esta frase en boca de una joven mamá me preocupó bastante, pues pensé que hablaba de una niña mayorcita y no de una bebé de dos años. Y en esa edad, los accesos de cólera son mucho más comprensibles y hasta justificables que en edades posteriores.

Si una pequeña de dos o tres años se molesta cuando la madre o alguien de la familia la contraría y se tira por el suelo, se agita, se revuelve, da gritos y hasta se arranca los pelos en su desesperación, no hay que asustarse ni impresionarse. Es casi normal que esto suceda a esas edades tempranas.

Lo anormal sería si continuase con esa actitud a medida que va creciendo, cosa que a veces sucede con bastante frecuencia. Es el momento de investigar el motivo. Acaso la niña duerme poco y está cansada porque le faltan horas de sueño. Otras veces la cólera puede significar que no se está alimentado a sus horas y no en pocas ocasiones se debe a la actitud de los mayores que la tratan con desapego y poca atención.

En la niñez de corta edad se busca desesperadamente llamar la atención  porque es una necesidad primaria sentirse protegida, mimada y acariciada. 

A la crisis de cólera debe seguir el reposo, logrado no con los gritos y la amenaza, sino con la persuasión y una vez conocida la causa o causas que lo provocan hay que poner los medios para corregirlas, pero en ningún caso debemos responder a la crisis de cólera infantil con una crisis de cólera adulta.

Pero ojo, cuando estas rabietas son casi constantes en infantes de más edad, habría que ver otras muchas motivaciones, entre ellas, la malacrianza, el complacer en exceso y cuando se le niega algo que antes obtuvo, la consabida perreta es el remedio más eficaz para lograr sus fines.

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