Por Marilys Suárez Moreno
En los últimos tiempos ha sido motivo de honda preocupación ciudadana, las explosiones e incendios producidos en algunos hogares por las llamadas motorinas, donde desgraciadamente han fallecido y quedado con lesiones de por vida, algunas familias.
Los accidentes en el hogar, al mismo tiempo que significan un doloroso problema individual, familiar y social, a veces ocasionan cuantiosos daños a la economía.
Por ejemplo, los provocados por el fuego, dejan en el país irremediables pérdidas humanas y sensibles afectaciones materiales en viviendas y entidades.
Por eso, nunca serán excesivas las precauciones que se deben tomar para evitar el peligro de un fuego. Las desdichas y adversidades, a menudo irreparables, que un descuido o una imprudencia pueden causar, son infinitas e irreparables. Pongamos algunos ejemplos:
Empecemos por los enchufes y cordones eléctricos, especialmente si son viejos y están al aire en casa, en espera de la mano sabia de papá o de algún electricista que los repare, pero que, mientras tanto, pueden ser fuente de accidentes, tanto para los menores como para los adultos del hogar.
Los niños o niñas se queman, principalmente, al volcarse encima líquidos hirvientes, como agua, leche, café o jugando con materiales inflamables, etcétera.
En nuestro medio también, por desgracia, era bastante frecuente el estallido de hornillas de kerosene y como sucedió no hace mucho con la explosión de una balita de gas que ocasionó la muerte de una niña y quemaduras muy graves a su hermanito.
Lo mismo vale para el llamado gas de la calle. En caso de algún escape, este debe ser controlado de inmediato por un especialista de la entidad, sin esperar a que los escapes sean tantos que nos aceche una explosión en la propia casa.
Las quemaduras siempre ocurren por los mismos errores: descuidos, negligencias, despreocupación. Los resultados suelen ser fatales, con lesiones que dejan graves secuelas físicas y psíquicas.
Para evitar situaciones como las descritas y que pueden terminar en lamentables accidentes, hay que extremar los cuidados, particularmente con los niños y niñas y eliminar todos los posibles riesgos en el hogar.
No son los únicos accidentes. Las caídas, intoxicaciones, sofocación, envenenamientos, asfixia por inmersión, electrocuciones, aspiración de un maní o frijol, entre otras, agrandan esta lista macabra que obliga a extremar las precauciones en casa cuando tenemos menores de edad que cuidar.
Generalmente se piensa que el hogar es un lugar protegido, pero ese entorno puede estar lleno de peligros potenciales, que son necesarios conocer y sobre los cuales hay que accionar para que sea más seguro.
En realidad lo puede ser si siempre pensamos en la posibilidad de un accidente, porque estos se producen a cualquier hora y en cualquier momento, por lo que es nuestra responsabilidad adelantarnos a su ocurrencia y, si acaso no fuera evitado, al menos minimizar las consecuencias.
La negligencia es la causante directa de la mayoría de los accidentes y la única manera de prevenirlos es actuar con precaución, tomando cuantas medidas sean necesarias para evitar su ocurrencia.
Como dice el dicho, es mejor precaver que tener que lamentar, ello solo es posible cuando se actúa con mucha cautela y total prudencia, recordando siempre que, en ocasiones, pequeños descuidos o proceder indolente, pueden originar graves accidentes de consecuencias fatales.
La vigilancia para actuar con percepción de riesgo debe ser constante. El infante menor de un año, por ejemplo, tiene que ser vigilado las 24 horas del día, siempre a la vista de los mayores; nunca dejarlo solo o al cuidado de otro menor.
Una cuna con la baranda baja, un alfiler abierto, un frijol o un maní a su alcance, devienen elementos potencialmente peligrosos.
En la medida en que va creciendo, su curiosidad y necesidad de conocimientos se encuentra muy vinculado a la frecuencia de los diferentes accidentes, como las caídas.
Los niños y niñas, por su curiosidad, compulsión y carencia de coordinación están más propensos al peligro. Un solo instante de imprevisión echa por tierra todos los cuidados de salud prodigados desde el embarazo y nacimiento.
De hecho, nunca se les dejará solos cerca de escaleras, ventanas, balcones o azoteas, patios y alrededores de cisternas o pozos.
Tampoco se les permitirá que suban en mesas o muebles altos, cercas o árboles. Un infante que cae desde el doble de su altura corre el riesgo de sufrir traumatismos severos. Igualmente se debe verificar que no tengan acceso a la calle sin el control de un adulto.
Resbalones en el baño o tropezones, juguetes tirados en el piso, son parte de los riesgos que acechan en la casa. Algunos son solo percances sin más trascendencia que el susto, pero otros tienen consecuencias imprevisibles y muy dolorosas para la familia.
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