Por Marilys Suárez Moreno
Vicentina Antuña Tavío nació y murió en diferentes días de enero, pero desde sus años juveniles se convirtió en centro de la atención intelectual como profesora y académica de notable trayectoria. Para ella, la educación y la sabiduría fueron centro de su atención magisterial. Pensaba como Lezama Lima, quizás, “que la grandeza del hombre, es el flechazo, no el blanco”, y a ese blanco que para ella fue la cultura y el bienestar de su patria, dedicó sus mayores empeños...
Muy pocos hoy en día saben o recuerdan su nombre, mucho menos su firme batallar en los campos de la cultura y la docencia. Sin embargo, Vicentina Antuña Tavío fue una mujer comprometida con la ilustración y el bienestar de su patria que reconoce en ella a una de las mujeres más relevantes y distinguidas de su época, atendiendo a su rica trayectoria.
Doctora en Filosofía y Letras, excelsa, brillante y prestigiosa intelectual, fue asimismo, fundadora del Partido Comunista Cubano y activa luchadora por los derechos de la mujer, desde 1934 se integró al movimiento feminista y tomó parte en el Congreso Nacional de Mujeres celebrado en 1939. Durante 25 años fue directiva del Lyceum, asociación puntera en los derechos de la mujer y orientada hacia la superación cultural femenina.
Sostenía que era necesario capacitar a la mujer, realizar una ardua labor de educación para acabar con los prejuicios heredados del colonialismo y de las primeras etapas republicanas, pero que no bastaba con educarla, sino que era preciso incluir en esa educación a los hombres.
Como directiva del Lyceum y miembro del Consejo de Dirección de su Revista, sostuvo una amplia campaña de divulgación orientada hacia la superación cultural de las mujeres en Cuba. Activismo llevado a otros movimientos femeninos existentes entonces, como la Asociación Pro-enseñanza Popular de la Mujer.
El currículo de la Doctora Vicentina Antuña puede llevarnos páginas resumirlo, pues su vasta trayectoria docente unió su proyección social y una conducta cívica intachable que le confirieron un sólido reconocimiento en las áreas de la educación y la cultura nacionales.
Bastaría con agregar lo que sobre ella dijo una de sus alumnas favoritas, la Doctora Graciella Pogolotti sobre la brillante académica a la que llamaron, “La Magistra", como un modo de reconocer su estatura pedagógica y académica, pues no solo fue una notable pedagoga y gestora cultural cubana del siglo XX, fue también fue una magnífica latinista, materia que impartió en la Universidad de La Habana y que le valió el sobrenombre de Magistra.
Capaz, dotada, consciente de su valía, pero modesta en grado sumo, Vicentina no olvidó nunca su cuna humilde en Güines, donde nació el 22 de enero de 1909 y conoció tempranamente el trabajo duro de la gente del campo. Estudió la primera enseñanza en una escuela pública y hasta fue despalilladora de tabaco para ayudar al sustento familiar.
Así, sin dar tregua a la vida, la joven Vicentina matriculó en la Universidad de La Habana a los 20 años, vinculándose enseguida a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y donde alcanzó sus doctorados en Filosofía y Letras y en Pedagogía, fungió en 1934 como profesora de Lengua y Literatura latinas.
Y no por casualidad, sino motivada por sus recias ideas políticas, participó en la huelga general de marzo de 1935, donde los educadores tuvieron una activa participación y ella se convirtió en una agitadora profesional, lo cual la vinculó al enfrentamiento contra la dictadura de Machado primero y luego a la de Batista.
Miembro del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), formó parte de su Consejo director como Presidenta de la Comisión Asesora sobre problemas de la mujer y el niño.
De igual modo acompañó al líder estudiantil Ramiro Valdés Daussá en la lucha contra el bonchismo universitario. Inestimable fue su contribución a la Universidad en tiempo en que su profesorado, salvo muy buenas excepciones, rendía cuentas a la mediocridad, el verbalismo y la repetición.
Firme aliada del Ala Izquierda Estudiantil, fue profesora y directora de la Universidad Popular José Martí, fundada por Julio Antonio Mella y aunque esta fue clausurada por Machado en 1927, revivió en el Sindicato de la Madera, siguiendo la iniciativa dejada por el asesinado dirigente estudiantil. Además fue directora técnica y disertante de varios cursos de la referida Universidad Popular en el Sindicato de la Madera y conferencista y articulista en Cuadernos de la llamada Universidad del Aire.
Su trayectoria docente se enriqueció con posteriores estudios, como los cursos de latín que hizo en la Universidad de Columbia, en Nueva York, de Literatura latina en Roma y de Arte greco/romano en el Instituto Dante Alhiegri de Roma.
Nunca tuvo excusas para faltar al trabajo o evadir ninguna de sus muchas responsabilidades por espacio de 45 años y sí se daba de lleno a las muchas cargas extras que sus múltiples funciones y compromisos podían acarrearles. Ininterrumpida fue su labor docente en las aulas universitarias, donde cosechó prestigio y reconocimiento a su consagración.
Etapas
Su prestigio profesional le permitió, de igual manera, ser fundadora de la Escuela de Letras y Arte y jefa de su Departamento de Letras Clásicas, hoy Cátedra de Filología. Integrante del Consejo Científico de la Universidad de La Habana, se le reconoce haber sido la introductora de nuevas metodologías para la enseñanza de lenguas clásicas.
Competente, docta y atenta en su trato personal, Vicentina aunaba a sus muchas virtudes profesionales, la capacidad suficiente para asumir nuevas tareas sin perder de vista lo que fue razón de su vida, la docencia.
El asalto a los cuarteles Moncada y Bayamo, en 1953 y la posterior lucha guerrillera en la Sierra Maestra tuvo en ella una aliada incondicional de Fidel y aquella generación de arrestados combatientes revolucionarios. Incluso, fue dirigente de una célula del Movimiento Cívico de Resistencia frente a la dictadura y desde sus filas realizó numerosas tareas que comprometieron su integridad física.
Vicentina fue una persona excepcional a quien mucho debe el pueblo cubano y su cultura, como dijo de ella Ricardo Alarcón de Quesada, pues a ella entregó una vida auténticamente heroica, de modestia incomparable. Una mujer que identificaba a sus alumnas como a las hijas que nunca pudo tener, pues se le negó el don de la maternidad.
Una mujer, por demás que tuvo un vínculo muy hermoso con Frank País y con Fidel, por quien sentía una especie de sacerdocio cuando hablaba de él y le trasmitía a la gente lo que ella veía del invicto Comandante, porque además, lo conocía desde muy joven y lo quería entrañablemente.
Lauros
Con el triunfo revolucionario se desempeñó como Directora de Cultura del Ministerio de Educación entre 1959 y 1961, presidenta Consejo Nacional de Cultura, Directora de la Escuela de Letras y Artes de la Universidad habanera, jefa de departamento de Filología y desde 1978 estuvo encargada de dirigir, orientar, controlar y ejecutar la implementación de la nueva política cultural en el recién creado Ministerio de Cultura.
Fue Presidenta de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y presidió la Comisión Nacional de ese organismo. Asimismo fue secretaria y fundadora del Movimiento por la Paz Mundial.
Heroína Nacional del Trabajo, Profesora Emérita de la Universidad, órdenes Félix Varela y José Martí, entre muchísimos otros reconocimientos a su larga trayectoria de servicios a la patria, Vicentina Antuña falleció el ocho enero de 1993 a solo dos semanas de cumplir 84 años.
Estas líneas pretenden honrar su memoria y reconocer a la luz de estos tiempos una vida que la singulariza en el panorama de nuestra cultura, entre lo mejor del patrimonio académico-cultural cubano.
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