Fotos: Cubasí
Por Lianne Garbey Bicet
Daya Aceituno siempre supo que su destino estaba ligado a la música. A los 22 años, su vida dio un giro inesperado cuando recibió una llamada de su mentor, el maestro Esteban Quesada Calderón. "Mi hija, ¿te atreves a dirigir una banda?", le preguntó y en ese momento comenzó lo que sería el mayor reto de su vida.
Hace algún tiempo, ella nos contaba esta y otras anécdotas, luego de terminar una de sus habituales presentaciones comunitarias.
En sus ojos eran visibles esas chispas de felicidad por haber podido compartir su música con un público diverso y agradecido, por el novedoso espectáculo que aquellos muchachos le habían regalado, cuando todo se detuvo en la calle Galiano.
Para quien no los conocía, también fue una sorpresa todo ese derroche de talento y alegría, visible detrás de cada nota bien entonada, fuerte y sostenida; mientras se bailaba al mismo tiempo.
En un aparte, después de esa impresionante entrega, como la banda que toca música y nos hace danza, pudimos conversar un poco más acerca de su trabajo y de sus motivaciones para impulsar este proyecto. Entonces comenzó a recordar sus primeros acercamientos como directora.
"Cuando me paré delante de todos, vi un grupo de jóvenes desmotivados, sin una dirección, sin una guía. Yo me di cuenta ese día de que tanto lo bueno como lo malo que sacara de ese lugar era un diamante en bruto. Como decimos: un carro con 0 km. Era un lugar que tenía toda la hierba y la maleza, pero yo sabía que debajo de eso había un diamante, o sea, yo veía potencial en todas y cada una de las personas que había ahí, que por supuesto no son las mismas que están hoy, después de 11 años".
Nos contó que, con paciencia y dedicación, comenzó a aplicar una pedagogía que no solo mejoró la técnica musical de sus integrantes, sino que también fortaleció su cohesión como grupo. Bajo su liderazgo, la Banda de Boyeros se ha convertido en una fábrica de arte, sentimientos y emociones.
"Para mi suerte, no sé si será porque soy un poco mano dura, pero tengo un grupo que me sigue, que es fiel a mi trabajo. No importa la cantidad, sino la calidad; no importa que sean 10 ó 15 para que suenen bien y que suene cerrado, como decimos. Porque te puedes encontrar una banda que tiene 50 y que no te suena amarrado, como decimos nosotros.
Entonces, para mí es más importante la calidad humana, la destreza con la que se interpreta, que la cantidad de músicos que pueda tener".
"Yo a la banda le puse mi alma, mi vida, mi sudor, mi sangre, mis lágrimas porque en 11 años ha sido difícil todo este camino. Yo cuando llegué no encontré nada, o sea, yo he hecho todo eso con ellos, por supuesto, y junto a todos los que han pasado durante todos estos años.
Por ejemplo, los que entraron ahora lo tienen más fácil porque ya tienen un camino trillado por los que estaban antes, ellos tuvieron que empezar de cero junto conmigo y, machete en mano, abrir monte. Esto ya tiene un camino transitado".
En todo este proceso, Daya ha visto que sus antiguos alumnos se han convertido en sus colegas. "Muchos todavía me llaman maestra", confiesa con una sonrisa.
Este respeto y cariño mutuo son un reflejo de su impacto como educadora y mentora. Su enfoque en la calidad humana y musical ha creado una banda que no solo suena bien, sino que también toca con el corazón.
Desde hace ya unos cuantos años, la Banda de Boyeros no es una banda convencional. Sus músicos son integrales, capaces de tocar, bailar, cantar e interactuar con el público.
"Imagínate tocar un instrumento y bailar al mismo tiempo, porque no hay un playback. Ahí la música no está sonando de fondo, la estás haciendo tú con tu cuerpo, o sea, no es un instrumento como el violín, que no tienes que soplar para poder sacarle sonido, tienes que cantar y transmitirle esa energía al público, para que sea un artista junto con nosotros".
Hoy, Daya Aceituno no solo dirige una banda; dirige un movimiento. Un movimiento que demuestra que la música no tiene género y que cualquier persona, sin importar su sexo, puede alcanzar la grandeza con pasión y dedicación. "Siempre se asocia más que una mujer toque una flauta o un clarinete, y no tanto una trompeta o un trombón". Sin embargo, en su banda, las mujeres tocan todos los instrumentos con mucha dignidad y firmeza.
"También, inicialmente pasaba mucho con el rol del director, era más normal ver a un hombre dirigir una orquesta o una banda. Pero de un tiempo a esta parte, hay un movimiento de mujeres muy fuerte dirigiendo las bandas, orquestas, agrupaciones y eso eso es interesante".
El camino no ha sido fácil, pero Daya ha logrado poner a la Banda de Boyeros en varios mapas, no solo de su municipio o del paisaje capitalino, sino de toda Cuba.
Han viajado a varias provincias y, en 2022, tuvieron la oportunidad de participar en un festival internacional en Holanda. "Es un festival muy importante, que recoge todas las bandas de Europa y América Latina.
Era la primera vez que participaba Cuba, en 70 y tantos años que tiene el festival de creado. Nos llevaron a --como le digo yo-- "el Olimpo de las bandas". Cuando nos llevaron a dar el recorrido por el estadio principal y nos dijeron ahí está dentro de toda esa cantidad de países, su bandera, nos echamos a llorar todos".
Para esta joven súper entusiasta, el reconocimiento de su trabajo por parte del público es un sueño hecho realidad.
Sin embargo, su mayor anhelo es que los niños también reconozcan y aprecien la música que hacen. "Los niños son la continuidad", explica.
Por esta razón, Daya ha emprendido un proyecto de desarrollo local enfocado en la formación de niños y jóvenes. "He tratado de transitar por diferentes facetas", dice, refiriéndose a su experiencia como profesora y directora musical.
Su objetivo es que niñas y niños comprendan la importancia de una banda y su formación, contribuyendo así a la cultura general del país.
Para el futuro, Daya tiene una misión clara: hacer arte que haga feliz a la gente. "Mi misión siempre es que la gente se sienta tan artista como nosotros".
No hay comentarios:
Publicar un comentario