Aniversario 131 del fallecimiento de la Madre de la Patria, Mariana Grajales Coello
Por Marilys Suárez Moreno
El 27 de noviembre de 1893 falleció en Kingston, Jamaica, Mariana Grajales Coello, la madre de los Maceo-Grajales y Madre por derecho propio de la Patria.
Tenía 85 años y con su muerte –contaba su hijo Antonio a Martí– estaba sometiendo a prueba, una vez más, su corazón de patriota, que es todo entero de su causa y de su hijo agradecido.
Hasta la capital de Jamaica había llegado un día José Martí. Tenía una misión: visitar a la madre y a la esposa del general Antonio Maceo, pues sentía gran admiración y cariño por la anciana que más había movido su corazón. Así reconocía el valor y la bravura de aquella madre heroica que, desde el exilio, continuó apoyando con su aliento y ejemplo la lucha libertaria.
Eje principal de la familia que se dedicó a la causa por la independencia de Cuba, en Mariana reconocemos a la madre espartana que les insufló fidelidad a su familia y vio caer casi en sucesión al esposo y a varios de sus 13 hijos.
Tanto los cuatro que procreó con Fructuoso Regüeiferos –muerto antes de comenzar la guerra–, como los nueve de su unión con Marcos Maceo, todos, los de uno y otro apellido, rivalizaron en heroísmo frente a las balas enemigas, porque ella les infundió desde la cuna el aliento generoso del sacrificio, la vocación a la libertad y la fidelidad a la patria.
De hecho, sus vástagos tenían mucho de la madre bravía y patriota que forjó en ellos profundos sentimientos patrióticos, ratificados cuando, rebosante de patriotismo, los hizo jurar de rodillas ante un crucifijo, liberar a la patria o morir en el empeño.
Y no se contentó con el compromiso y marchó con ellos a la manigua, apenas iniciada la guerra. Comenzaba la epopeya del patriotismo de los Maceo-Grajales.
Desde pequeña, apuntaba en ella una recia solidez cívica; a esto contribuyeron los padres, las lecturas y conversaciones que escuchaba en el hogar humilde, donde se condenaban los atropellos y crímenes de la esclavitud y resaltaban los intentos conspirativos de los patriotas cubanos que los visitaban.
Su firmeza y espíritu independentista se agigantaba ante los hombres que luchaban por la libertad. Es Mariana, decían, cuando se referían a la mujer que lo abandonó todo para correr al monte y ayudar a liberar la patria. Y es que ella no solo fue la esposa y madre de destacados mambises, entre ellos el General Antonio, el más bravo y tenaz soldado; ella también era una leona en una madriguera de leones.
Duros golpes le asestó la guerra, y antes de acogerse a una paz bochornosa que no contemplaba la independencia ni la libertad de los esclavos, Mariana, Antonio y su esposa María Cabrales partieron al exilio en Jamaica. Allí, para su alegría, la visitó Martí, quien quedó admirado por la entereza de aquella anciana.
Luego escribiría sobre cómo le rindió homenaje su pueblo entero, de ricos y de pobres, de arrogantes y humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo. Y adelante en el tiempo diría Fidel, al promover la creación de un pelotón femenino en la Sierra, que su nombre no podía ser otro que el de Mariana Grajales.
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