Texto y foto: Yenli Lemus Domínguez
En cada ron, Isabel Cristina Rivero Páez reconoce años de custodia: “La del añejamiento es la parte del proceso que más disfruto, porque realmente no se sabe qué se obtendrá, es un misterio, ocurre en lugares tranquilos, sin mucho ruido, hay que lidiar con la inquietud de cómo estará al pasar el tiempo”.
También me gusta el área de fabricación donde se hacen cálculos y se sacan las mezclas. Allí hay retos diarios, comenta la Aspirante a Maestra del Ron Cubano, natural de Santa Clara pero que hace 34 años reside en Cárdenas (Matanzas), y trabaja en la Empresa Ronera Eladio de Marcos Hernández.
Existen tres categorías –explica-, Primer Maestro del Ron Cubano, Maestro y Aspirante a Maestro; se trata del compromiso con la tradición, y el desarrollo, porque el ron cubano no está estancado, lo que se mantiene son las formas de hacer, y eso debemos respetarlo siempre, constituye una responsabilidad no evadir procesos.
Así como un médico cirujano es importante en el hospital, en una industria el Maestro Ronero resulta fundamental, es favorecedor, una fortaleza, un valor agregado para los productos, y te da compromiso social, opina la entrevistada.
Convertirme en Maestra Ronera es el objetivo más relevante que me he propuesto profesionalmente y sí creo que para una mujer es más complicado lograrlo; cuando uno se compromete con la industria no se puede olvidar de la familia, lo llevas simultáneo, y para una mujer es mucho más difícil por las tareas domésticas, deviene mezcla de todo que implica a veces no tener tiempo para uno mismo –confiesa- y agradece el acompañamiento de su familia y su colectivo laboral.
Cuando Isabel habla de la fábrica se percibe la experiencia de muchos roles, desde trabajar en la línea de embotellado, el laboratorio, o las naves de añejamiento, e incluso la dirección de la industria hasta que decidió que era tiempo de enfocarse en la meta que pocas mujeres cubanas han conquistado.
En los inicios del Movimiento de Maestros del Ron Cubano, en el 2002, todos eran hombres, pero ahora existen dos Maestras Roneras - resalta-, Salomé Alemán, que trabaja en Santa Cruz del Norte, y Noemí del Toro, en Santiago de Cuba.
Actualmente soy Tecnóloga de Fabricación y Naves, con la función de la supervisión de todos los índices de consumo, las mermas, por qué las pérdidas, tratar de que los procesos sean más eficientes, y explicar a los trabajadores cómo podemos ahorrar, argumenta.
Es importante que el ron y la ciencia vayan de la mano, en todos los momentos de fabricación se aplica la ciencia, el hacer y comprobar es a través de ella, eso va pegado al desarrollo técnico del ron, considera.
Igualmente primordial se nos presenta la preparación del personal, no nos podemos quedar estancados, hay que superarse, la vinculación entre las industrias y las universidades es fundamental -insiste.
“Trabajo también en el desarrollo de nuevas bebidas, participé en varios proyectos como el Perla del Norte, producto de la década del 60 que en el año 2012 se reanimó con la incorporación del Carta Oro a sus surtidos ya disponibles, díganse el Carta Blanca y Añejo.
“Se me dio la tarea de trasladar la marca Varadero para acercarla a la playa que inspira el nombre, se trató de traer tradiciones y modos de preparación, fue una misión muy bonita, tuve que realizar ensayos e investigación de lo físico, químico y sensorial para hacer mezclas que se asemejaran al producto de Santiago de Cuba con las bases de añejamiento guardadas en las naves de Cárdenas.”
Fuimos pioneros en la producción del aguardiente Sao Can del sistema corporativo de Cuba Ron, que usa el aguardiente fresco que recuerda a la melaza al olerlo, se denotan puntos dulces; sin embargo, al tomarlo es seco, y no se le añade sirope, es muy natural, explica.
“Uno se va enamorando de los productos, son nuestros hijos. Tuve la oportunidad de trabajar en un ron por el cumplimiento de los 200 años de la ciudad de Gibara, en Holguín. Diseñarlo era un reto; con esas experiencias uno se sigue enamorando de esta faena.”
La Especialista en Procesos Tecnológicos de la Industria Alimenticia en el área de Mezcla y Añejamiento ha bebido saberes mediante preparaciones en Santiago de Cuba, Santa Cruz del Norte, San José: “Que los Maestros siempre te quieran aportar es muy importante, en eso se basa el Movimiento, en la transmisión de cultura y modos de hacer”.
Precisa: “Cada Aspirante tiene un Maestro tutor y yo cuento con el Primer Maestro del Ron Cubano César Augusto Martí Marcelo; año tras año me da tareas, orientaciones y me pone pruebas en el tiempo.
“La tradición de hacer el ron es un aporte grande a la cultura de la Isla, siempre insistimos en que la forma de tomar tiene que ser responsable, estamos en contra del alcoholismo y a favor de disfrutar conscientemente, en cada bebida hay años de custodia, lo derrocha el que se pasa y ya no lo disfruta.
“Algo muy descollante apunta a la transmisión de los saberes a las posteriores generaciones; de quienes me antecedieron, personas que ya no están en la fábrica, adquirí conocimientos y adopté bases custodiando alguno de ellos. Ahora siembro mis bases para las generaciones venideras.
“Tengo que garantizar calidad, porque el barril te ayuda, te aporta sus compuestos aromáticos, pero si se añaden destilados con un defecto puede ser que ése se mantenga a los cinco años y entonces será en vano el añejamiento.”
Isabel Cristina Rivero Páez no es adicta a ninguna bebida, pero sí a cuidar el ron y su universo cultural en Cuba; en el largo camino a recorrer para convertirse en Maestra de ese acervo se reconoce decidida: “En estos momentos me siento más fuerte que antes, más cerca del título, mejor preparada, con conocimientos que deseo transmitir a los que vienen detrás de mí”.
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