jueves, 17 de octubre de 2024

Magalys Arocha: "Cuba llega a Ginebra luego de un rico período de cambios constitucionales".

Por Marilys Zayas Shuman

Magalys Arocha es una figura imprescindible en la defensa de los derechos de las mujeres en Cuba y el mundo, ha dedicado su vida a visibilizar y combatir las múltiples formas de violencia y discriminación que afectan a las mujeres en la sociedad contemporánea. Su trayectoria está marcada por un firme compromiso con la justicia social y la promoción de políticas que garanticen los derechos fundamentales para todas las mujeres, lo que la convierte en un referente en la lucha por construir un mundo más equitativo. 

A propósito de la presentación del IX  informe de Cuba al Comité  de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW en sus siglas en inglés) la Revista Mujeres, tuvo la oportunidad de conversar con ella, sobre la relevancia de este organismo, su contexto de creación y los desafíos enfrentados en sus inicios, así como sus principales funciones en el marco internacional para avanzar hacia la igualdad de género.

Periodista (P): ¿Podría explicarnos brevemente qué es la CEDAW, su importancia en la promoción de los derechos de las mujeres,  el contexto de su creación y qué desafíos enfrentó en sus inicios?

Magalys Arocha (MA): El camino para llegar a ese ansiado fin fue largo, escabroso, pleno de contradicciones e intensos debates. Una de las comisiones orgánicas del Consejo económico y social (ECOSOC) de Naciones Unidas, la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW por sus siglas en inglés), fue la encargada de todo el proceso de elaboración, debates y paulatinos avances hacia una Convención vinculante.

Los antecedentes más directos estuvieron en los esfuerzos realizados entre 1949 y 1963 para adoptar varias resoluciones e instrumentos sobre temas de especial preocupación: los derechos políticos de las mujeres, la nacionalidad de la mujer casada, el matrimonio consentido, edad mínima para el matrimonio, el registro del matrimonio.

 La década del sesenta estuvo caracterizada por enconados debates y esfuerzos para adoptar una declaración sobre la igualdad de la Mujer que tuvo como resultado una declaración (1967) con un matiz político moral, que no obligaba a la acción, pero si llamaba a cambiar y abolir leyes discriminatorias, para lo cual aún no existía un consenso. A pesar de las dificultades fue una etapa decisiva.

Ya en 1972 la Comisión de la mujer volvió a considerar la elaboración de un proyecto de tratado vinculante, que encargó a un grupo de trabajo permanente, cuyo resultado se examinó en 1974 y se decidió avanzar hacia un texto único e integrador.

Durante ese período, fuera de los espacios de la ONU, se radicalizaban las luchas de las mujeres por sus derechos, la conciencia sobre la desigualdad existente en todos los ámbitos y temas. En este punto, coincidía el proceso preparatorio de la Primera Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en México en 1975. Los debates sostenidos, la Declaración de la Conferencia y la decisión de adoptar una década  sobre la mujer, constituyeron un impulso muy importante para acelerar la adopción de la Convención el 18 de diciembre de 1979 .

En julio de 1980, en Copenhague, durante ceremonia especial de la II Conferencia de la Mujer que evaluó el medio término de la década, 64 estados firmaron la Convención y 2 (Cuba y Suecia) depositaron su ratificación o adhesión. Entró en vigor en octubre de 1981 y un año después se eligió e instaló el primer Comité para su supervisión.

P: ¿Cómo contribuye  la CEDAW en el marco internacional a la igualdad de género?

MA: Cuando los países que han ratificado la Convención asumen que están reconociendo la obligación jurídica de poner en práctica sus disposiciones, en línea con la definición del artículo 1 del tratado que plantea, qué y cómo debe ser entendida la discriminación, define en sus formas directa e indirecta y establece como discriminación contra la mujer  “... toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o civil o en cualquier otra esfera”.

Esta definición de discriminación proporciona a los estados, a las instituciones, a las organizaciones, a las mujeres de forma individual, un recurso para entender a qué tenemos derecho, donde se ejercen estos derechos, tanto públicos como privados, revela la forma directa clara en que puede darse la discriminación, o la forma velada, indirecta, por omisión, por el resultado de políticas neutrales que dan margen al impacto diferencial y resultan en exclusión o parcialidad.

Puede no haber discriminación en la ley, en la política pública, y sí en la práctica, en el resultado que se espera y no ocurre. O que políticas que no tienen por fin discriminar tienen consecuencias que afectan el desempeño, el disfrute de los derechos por parte de las mujeres.

Este artículo 1, tiene un par indisoluble, que es su complementariedad, constituye lo que se ha dado en llamar el corazón de la Convención: hablamos del articulo 2. Solo se puede alcanzar la igualdad plena, de jure y de facto, si se eliminan todas las formas de discriminación contra la mujer, en todos los ámbitos, por todos los actores.

No obstante se puede reconocer que ni el proyecto, ni el proceso de debates en la adopción, ni el texto alcanzado, pudieron avanzar hacia la inclusión explícita de la violencia contra la mujer. De modo que no hay un marco expreso en el cual incluir el debate de este gran tema, que de algún modo se ha incluido en el artículo cinco sobre estereotipos sexistas, que es el que más se aviene. Aunque en mi opinión, ha ido relegando el debate e intercambio sobre este flagelo, cada vez mas visible en las conciencias individual y colectiva, pero profundamente arraigados aun en el pensamiento y en la práctica cotidiana.

P: ¿Qué responsabilidades específicas conlleva el trabajo de expertas y expertos?

MA: La aplicación de la Convención está sujeta a una fiscalización, supervisión, análisis internacional, que se establece en los propios artículos de la CEDAW. La supervisión es entre expertos, organizados y coordinados por la Presidenta del Comité. Y del otro lado de los dialogantes, están los miembros de la delegación que acude al ejercicio, que varía en dependencia de los recursos disponibles para financiar viaje y estancia en Ginebra.

El propio ejercicio, además de ser una obligación para el estado que se examina y facilita toda la información adicional necesaria que tiene disponible, también constituye una oportunidad de aprendizaje, una experiencia enriquecedora del uso del tiempo, de la economía del lenguaje, de los indicadores que revelen tendencias, avances en la aplicación de las obligaciones contraídas.

Los expertos y expertas analizan los informes que los Estados presentan sobre el cumplimiento de la Convención,  dialogan con los representantes de estos, realizando preguntas y buscando aclaraciones en puntos específicos,  pueden elaborar recomendaciones generales para interpretar la Convención y guiar a los Estados en su aplicación.

Entre otras responsabilidades pueden atender a peticiones de información de organizaciones de la sociedad civil y otros organismos sobre temas relacionados con la CEDAW y pueden formar parte de grupos de trabajo específicos.

P: ¿Podría compartir su experiencia como experta de la CEDAW, y cómo esa experiencia influyó en su perspectiva sobre los derechos de las mujeres?

MA:  Si bien ya tenia una amplia visión internacional sobre los principales problemas que afectan a las mujeres en el reconocimiento y disfrute de los derechos, haber formado parte del Comité CEDAW durante 12 años, hasta muy recientemente, me permitió profundizar en la categorización de derechos bajo conceptos internacionalmente aceptados y utilizados. Me abrió perspectivas de discriminaciones indirectas, invisibilizadas en la retórica, en el lenguaje público, en los medios, muchas veces por intereses económicos, políticos; de cómo utilizar los conceptos y definiciones de la Convención para cumplir mejor las funciones como experta internacional y también como integrante profesional en la dirección de la Federación de Mujeres Cubanas, en cuyas instancias y dependencias trabajé por veintidós años.

Aproveché esa oportunidad para aprender, para ser útil a las mujeres que sufren discriminación de todo tipo, en formas horribles que muchas de nosotras ni siquiera conocemos. Y por supuesto en ayudar a los estados, a sus poderes públicos y a sus funcionarios, a razonar con las categorías del CEDAW, y a avanzar en la  eliminación de obstáculos legales y administrativos.

En ese proceso, traté de reconocer avances, de razonar los problemas existentes. Fui relatora de 15 países latinoamericanos y caribeños que se presentaron. Guie los debates hacia lo fundamental y gestioné las propuestas que consideré con el mejor lenguaje posible. Muchos de esos países los examiné en más de una oportunidad y varios de ellos me invitaron a participar en sus procesos públicos de presentación de resultados y a otros eventos de medio término. Siento que hice lo que mejor supe y pude para contribuir a avanzar.

Conocí a muchas mujeres excelentes especialistas en igualdad, en no discriminación, en vulnerabilidad de derechos de minorías, por diferentes motivos de apariencia, de color, de procedencia, de conciencia, ideas. Siempre traté de manejar todos los criterios con la imparcialidad que se requiere, aunque supiera que algunas personas resultaban muy sectarias y exageradas, lo cual siempre manejé con honestidad y frontalmente. No me plegué a algunas experiencias de salir a escondidas del recinto para reunirme con un grupo que decía estar perseguido. No hay nada secreto en Naciones Unidas, llena además de cámaras y filmaciones.

El que tiene miedo a represalias tiene que enfrentar riesgos, lo que implica siempre cualquier tipo de batalla. El Comité puede proteger de represalias, si se comprueban. Pero no creo en los que dicen tener miedo y se pasean durante la sesión por todos los espacios, e incluso se sacan fotos con las delegaciones. Todo eso lo viví también. Aunque tengo que reconocer que no es lo más usual.

P: Desde su perspectiva, ¿cómo ha contribuido Cuba al avance de la igualdad de género en el marco de la CEDAW?

MA: Cuba siempre fue un sujeto activo en los procesos vinculados a dar impulso a la Convención para reconocer y proteger los derechos de las mujeres. Ha existido una articulación permanente, sustantiva y de procedimientos entre la Cancillería y la Federación de Mujeres Cubanas, siempre consultada y con participación a través de sus funcionarias en estos procesos.

Los debates de la década del setenta en La ONU, en la Comisión de la Mujer, no eran ajenos a la efervescencia interna que se produjo luego del triunfo de la Revolución, de la fundación de la organización femenina, del impulso a la alfabetización de las mujeres y por mujeres, un hito que cambió muchas vidas, las rescató no solo de pobreza económica, sino de pobreza espiritual. Las mujeres estaban ávidas y dispuestas a ser protagonistas de la nueva realidad.

Las transformaciones que se producían fueron las que llevaron a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro a decir en una plenaria de la FMC de 1966, que el fenómeno que se estaba produciendo en la transformación de las mujeres, era “una revolución dentro de la Revolución”.

Es mi deber recordar una indispensable intervención de Vilma Espín en la apertura del seminario nacional “Las cubanas de Beijing al 2000”  celebrado en 1996, para identificar los principales desafíos aún pendientes o incompletos en nuestro país en ese sueño y aspiración de igualdad plena. Me gustaría mucho que lo leyéramos, lo utilizáramos más en nuestra preparación.

Vilma hizo una especie de paralelo entre lo que ocurría en Cuba y en el mundo, que nos colocaba en nuestro contexto latinoamericano y caribeño como un país de avanzada, pionero en muchas acciones. Mientras la Comisión de la Mujer de Naciones Unidas debatía ardua e incansablemente sobre un instrumento vinculante contra la discriminación de la mujer, en Cuba estábamos librando una batalla de crecimiento para este sector  en todos los órdenes, discutiendo sus problemas para ser iguales, identificando y debatiendo prejuicios, reclamando y promulgando medidas especiales para acelerar su inclusión y no discriminación.

Llevamos como logro, la experiencia pionera en la región, de un Código de la Familia muy revolucionario para la época. De modo que no fue raro, aunque mucha gente lo desconozca,  Cuba fue el primer país del mundo en firmar y junto con Suecia, los primeros en adherirnos a la Convención en la Ceremonia Inaugural de la Conferencia de la Mujer en Dinamarca.

Una cubana (Esther Véliz), miembro del Secretariado Nacional de la FMC, sería integrante del Comité desde su fundación. Ya en algún momento hablé de los dos mandatos de Yolanda Ferrer, de mis tres mandatos en el Comité. Y más recientemente, hace dos años, Yamila González, vice presidenta de la Unión de Juristas de Cuba, quien tuvo también el privilegio de aprender de la escuela de Vilma y de trabajar en la Dirección Nacional de la FMC siendo muy joven, ha sido elegida y es miembro actual. 

P: De cara a la presentación del IX Informe el este 18 de octubre,  ¿Cuáles considera usted que son los puntos fuertes del mismo ante la CEDAW?

MA: Creo que es muy valiente presentarse ante el Comité en momentos de tantos retos y dificultades que bien sabemos golpean de forma particular a las mujeres, sobre todo de determinados segmentos de edad, a las que viven en condiciones más vulnerables, a las que son cabeza de familias, a las que tienen padecimientos crónicos y golpea la escasez de medicamentos o lo irregular del abastecimiento. Hablo de estas vulnerabilidades que tienen que ver con la interseccionalidad de la discriminación, con su carácter indirecto, que son asuntos que hay que continuar debatiendo, esclareciendo, porque todavía hay personas a titulo individual que plantean “que no hay discriminación”. Y puede que no dejen de tener razón en el sentido que no hay condiciones de discriminación en leyes y programas que de forma directa prohíban, restrinjan, distingan entre hombres y mujeres. Y no creo que haya muchas personas que se atrevan a expresar sus prejuicios sexistas de forma pública y directa.

Sabemos que con relativa frecuencia, aparecen, se publican, llegan quejas a instituciones, se publica en redes acerca de actitudes sexistas, racistas, prejuicios por la edad, la apariencia física, y otros aspectos que se superponen. Y es que no estamos exentos, como no lo está ningún país, ni siquiera los pioneros de la igualdad y el desarrollo económico, que hayan podido eliminar de modo absoluto formas veladas, indirectas, de discriminación contra la mujer. Tenemos aun prejuicios, muchos de ellos revelados de forma alta y clara, en el proceso de divulgación y discusión de la nueva Constitución adoptada en 2019 y del Código de las Familias, que se debatieron exhaustivamente, y que mayoritariamente la población adoptó.

Por tanto, Cuba llega a Ginebra con un informe que recoge no solo un proceso difícil para la economía y la sociedad en general, este proceso es acompañado por un rico período de cambios constitucionales, nuevas legislaciones, conceptos más modernos y actualizados. Un nuevo Plan de Acción para el Avance de la Mujer que tiene una alta prioridad, divulgación, y relacionamiento entre instituciones para su aplicación y evaluación.

Y por ultimo quiero subrayar, porque ha sido un proyecto largamente acariciado, de la Estrategia contra la violencia de género y en el seno de la familia. Tenemos grandes desafíos para su aplicación, preparación de todos los actores que intervienen, y de divulgación entre la población en general, pero ha arrancado con buen paso.
 

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