miércoles, 30 de octubre de 2024

Familia, alma de la sociedad


Por Marilys Suárez Moreno

Comienzo con una pregunta. ¿Alguna vez ha sentido que, a pesar de compartir la mesa, algún que otro programa de la televisión e incluso los paseos, cualquiera de los miembros de la familia se comporta distante y hasta desconsiderado entre sí?

Pues sí, ocurre, porque la coexistencia en armonía no siempre puede sostenerse, y los valores que son sus verdaderos pilares, se ven amenazados por diversas circunstancias, máxime cuando el clima afectivo, educativo, pacífico y amoroso atraviesa problemas, como la propia disfuncionalidad de la familia, pongamos por caso.

Vivimos tiempos complejos, verdaderamente difíciles y esa situación repercute también en el ámbito familiar.

De hecho, es la estructura familiar la encargada de poner orden y disciplina en el hogar y entre sus funciones como institución está la de proteger a sus miembros en un medio propicio para la asimilación de conductas responsables y adecuadas.

Responsabilidad que cobra hoy mayor relevancia y demanda también más tiempo, esfuerzos y dedicación por parte de los que comandan la nave familiar.

La coexistencia generacional no siempre resulta fácil para sus convivientes, dado razones dispares, formas de actuar desiguales, desacuerdos y hasta relaciones de poder, según las particularidades que identifican a cada persona y que, cuando hay control y respeto, configuran una relación inestimable.

Vivir en familia es transitar cotidianamente por pequeñas y grandes realidades que nos obligan a elegir, resolver, actuar o contribuir a la eficaz armonía y la tan codiciada felicidad que deseamos para los que en ella convivimos.

La familia cubana muestra historias en su cotidianidad que evidencia el papel generacional en la formación de patrones de conducta adecuados. Una máxima que, en la mayoría de los casos, conserva total vigencia.

En ese universo, las mujeres, gran parte de las veces madres y cabezas de familias, son faro y fortaleza. De hecho, no podemos ver la familia como una institución inmutable, sin contradicciones ni diferencias, ajena a lo que ocurre en su comunidad y en el país entero, porque no lo es y sí forma parte íntima de la sociedad.

El hogar y quienes en él conviven son de hecho el primer grupo de referencia para la socialización de los hijos e hijas y, por tanto, portadores de nobles valores.

No existe otra escuela que sustituya a la familia y su responsabilidad de criar y educar en un medio regido por las mejores relaciones, la disciplina y el respeto mutuo.

Y claro, existen diversos tipos de familia, tanto por su composición y estructura como por su funcionamiento, pero según Mayda Álvarez, una experta en el tema, las familias no son solo unidades de convivencia, sino redes de contención y espacios primordiales para enfrentar situaciones extraordinarias, donde estos núcleos primordiales de la sociedad han demostrado siempre una gran capacidad de resistencia y creatividad.

Ninguna decisión, proyecto, asunto, problema o situación de valor colectivo, deben asumirse sin contar con el resto de la familia. Este es el marco idóneo para compartir los espacios que disponemos con nuestra gente, siempre en un clima de respeto, razonamiento y mucho colectivismo entre las partes.

Es opinión de expertos que los esfuerzos y presupuestos para educar tanto a niños, niñas y adolescentes debieran comenzar por la pareja y la familia.

La razón es sencilla, porque dentro del núcleo familiar se forman los hábitos básicos como personas y son los padres quienes tienen el poder de crear ciudadanos honestos, trabajadores, honrados, creativos e íntegros.

Profesar amor a sí mismo, a la familia y al medio al que se pertenece es otro de los valores que por ley nos rigen, y del cual se pueden adquirir las bases desde el seno familiar, cuando los miembros de ese núcleo saben guiar sin reprimir, cuando tratan a sus hijos e hijas y demás componentes con respeto y confían entre sí y en la sabiduría de esa institución única que les permite compartir la creación de la vida.

Es necesario entender a la familia en toda su complejidad y considerarla un ente activo del desarrollo humano.

Creo que esa institución base de la sociedad, ese “refugio emocional que tenemos en casa y en el que cada componente del núcleo forma parte feliz de la preservación de su armonía, es continuará siéndolo, parte intrínseca de la coexistencia humana. Aquí y en cualquier punto del universo.

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