miércoles, 11 de septiembre de 2024

La Escuela, como propia

 


Por Marilys Suárez Moreno

Como todas las iniciaciones siempre hay expectativas, miedos, entusiasmo, alegría. Seguramente experimentando algunos de esos sentimientos y otros muchos más, se levantaron tempranito el pasado 2 de septiembre las y los pequeños que comenzaron su etapa prescolar.

Y ciertamente, la entrada a una escuela el primer día de clases de los niños y las niñas que comienzan el largo camino del saber, refleja las más disimiles reacciones infantiles, según la singularidad de cada infante.

Algunos desbordan entusiasmo, a tono con un carácter más extrovertido, mientras que otros u otras se aferran a las manos de papá y mamá, temerosos de lo que les aguarda tras las puertas del lugar que le han dicho será su escuela.

Para los nuevos prescolares resulta clave la disposición psicológica y emocional que ha recibido de antemano por parte de sus progenitores y demás familiares y como éstos vean la escuela como propia desde sus inicios, fortificando en sus hijos e hijas el sentido de pertenencia.

La asistencia, la disciplina y la puntualidad, hábitos inconmovibles, deberán regir sus vidas también. Vale habituarlos tempranamente a cumplir su horario de vida y a adaptarles a realizar las tareas escolares en el momento que les resulte más cómodo, asumiendo una actitud de cooperación hacia las actividades extraescolares, lo que motivará la mejor aceptación infantil.

Esa predisposición propicia se logra a medida que prepara al futuro escolar para el gran acontecimiento que regirá sus vidas y que tendrá por sede el sagrado recinto escolar que, urge pensarlo y verlo como tal.

De hecho, una niña o un niño listo de antemano para ese gran momento, enfrentará mejor la nueva etapa de su vida y podrá superar las dificultades que comúnmente surgen en los primeros días de clases, despertando su entusiasmo por las actividades que compartirá con el grupo y el deseo de aprender.

No todas las familias cuidan de que ese primer día y los venideros transcurran como debe de ser y ello repercute en la buena o mala disposición del escolar.

La escuela es fuente inagotable de luz y amor; forja de conocimientos, fragua de ciudadanos de nobles ideales y su influencia educativa y bienhechora trasciende en el desarrollo cognitivo del infante que, a partir de su inclusión en ese mundo de los saberes empezará a ver otros horizontes antes sus ojos, porque la escuela con sus actividades y compromisos, constituirá de ahora en adelante el primer gran compromiso de su vida.

A partir de ahora distinguirá números y letras, compaginará palabras y se aplicará en la lectura de hermosos textos.

También empezará a formar frases y oraciones, aprenderá a componer las primeras figuras geométricas, a la par que aprende de colores, horas y días de la semana; a sumar más y más números y a realizar operaciones matemáticas más complejas cada vez.

Se interesará, asimismo, por la historia, las ciencias, la geografía, la moral y la cívica entre otras muchas materias a escalar según vaya cursando grados y complejizando estudios. Y tendrá entre sus compañeros y compañeras de aula sus mejores amigos y amigas, pues el compartir en grupo, con su colectivo escolar, le será sumamente beneficioso en el devenir de su futuro.

El colegio con sus deberes, necesidades, enseñanzas y colectivismo sitúa a los infantes prescolares ante numerosas tareas que requieren esfuerzos mayores de su parte y que darán un giro radical a sus vidas, hasta ahora adheridas al decir de mamá y papá y cuyos resultados, a la larga, les ayudarán a resolver los problemas de la existencia cotidiana que enfrentarán el día de mañana.

Y sí, la escuela primaria es el puntal sobre el que se erige el resto de las enseñanzas. En este nivel comienza el aprendizaje de los fundamentos de las ciencias y la lectura.

Plasmarlo con éxito demanda que el alumno haya adquirido una serie de habilidades y alcanzado cierto desarrollo en la percepción y el pensamiento, pues además de crearles destrezas y hacer que se empeñen en cada asignatura, los dignificará para algo de tanta trascendencia como lo es para los mayores, el trabajo. Una obra hermosa esta de educar a la ciudadanía del futuro.

Por eso y desde un sentir colectivo, social y cultural, este septiembre que ya echó a andar, se anotará grabado por siempre en el pizarrón de sus vidas y en las de las hijas e hijos que les sucederán.

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