jueves, 12 de septiembre de 2024

Para que perdure la juventud...

 

Por Marilys Suárez Moreno

Aunque anda por la séptima década de vida, Esther es una mujer fuerte y animosa que aún no se ha jubilado y se multiplica en el trabajo y el hogar, pero se siente vieja externamente y ha dejado de importarle su apariencia física, se viste con lo primero que le cae a mano y tiene el cabello, otrora lustroso y bien peinado, con tres o cuatro colores de sus últimos tintes.

Todos envejecemos: es ley de la vida. Cada persona envejece según el código genético acumulado en su ADN. Así, algunos pueden llegar a los 60 con el mismo color de cabello de su juventud, mientras otras encanecen completamente a los 30 o 40 años y pierden el cabello en plena juventud. Mas los años no son impedimento para apartarse de la labor creadora ni echar a un lado la pulcritud y la buena apariencia. La belleza y la atracción personal transitan por senderos abonados por la personalidad y el buen gusto, válido para ambos sexos.

Para que perdure la juventud hay que atender desde temprana edad la salud física y mental, claves para lograr una longevidad grata, provistos de equilibrio emocional y dispuestos a asumir la vejez con dignidad. Nadie ha de ser inútil e infeliz por viejo. El proceso de envejecimiento puede modificarse notablemente si se manifiesta interés por mantener una vida activa, una alimentación saludable en lo que cabe y una actividad física y cognitiva satisfactoria, además de un interés permanente por mantener una apariencia aseada y atractiva ante los demás y para sí misma.

Para el 2025 la población cubana será de las más envejecidas del continente, y aunque nuestra mirada esté condicionada por la franja etaria y nuestra edad por los otros de los demás, al decir de Frey Betto este estado de la vida no siempre resulta asumible para muchas personas en el umbral de los 60 o traspasados ya. Disfrutar de una vejez saludable y útil es garante de la suya propia. La disposición y prestancia con que algunas personas se prenden a la vida, así lo avala.

La desilusión que representa para los ancianos la poca estima de sus familiares cercanos, los lleva a la soledad, el desánimo, la melancolía y al abandono de su apariencia personal. De hecho, la dinámica familiar deviene pulmón para su rehabilitación. Realidad que no puede ignorarse y que pone en entredicho a aquellas familias que un día crecieron y dependieron de los que hoy excluyen, aparte de arruinar la autoestima de las personas más vulnerables.

¿Antídotos? Los hay. Les recomiendo este. Aseguraba Pablo Picasso, el genio de la pintura española, que cuando le decían que era demasiado viejo para hacer una cosa, procuraba hacerla enseguida. Motivaciones como esta, vigorizan el ánimo de toda persona empeñada en mantener una bella ancianidad como recompensa de una bella vida.

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