Por Marilys Suárez Moreno
Las cifras aumentan por días y pasan de 38 mil las muertes entre los palestinos que residen en la Franja de Gaza, bombardeada todo el tiempo, atacada por mar, aire y tierra por el ejército israelí y su maquinaria de guerra.
El clamor internacional también aumenta, incluso entre el pueblo israelí, que pide la dimisión de su primer ministro Benjamín Netanyahu y su gobierno de extrema y ultra derecha, quienes ponen oídos sordos a la resonancia mundial.
La rabia, el desprecio racial y la sed de venganza del Estado sionista busca arrasar con Gaza y sus ya diezmados habitantes. Y sí, el mundo condena la barbarie, se alzan las voces pidiendo el cese del genocidio que acaba con la vida de niños, mujeres, ancianos, civiles inocentes y ha provocado el desplazamiento de miles de personas de sus hogares.
Gobiernos, dignatarios, organismos, instituciones y la comunidad internacional toda piden frenar al opresor y buscar una solución negociada al conflicto, pero el drama cotidiano de los palestinos en las ciudades ocupadas de Cisjordania y ahora mismo en Gaza, parece no tener fin. De hecho, poco se ha hecho..El sufrido pueblo de Gaza necesita ahora mismo un tsunami de solidaridad, que arrase y envuelva al planeta y que resulte tan abarcador como la propia lucha y resistencia del pueblo palestino para mantener su identidad nacional.
Un tsunami de solidaridad y apoyo, de amor y compromiso, de ganas de ayudar y respeto, que evite que sigan muriendo civiles y personas inocentes de todas las partes involucradas en el conflicto; una ola que estremezca a los que aman la paz y la justicia y circunde y salve a los heroicos palestinos y palestinas, convertidos en símbolo viviente de un crimen de lesa humanidad.
El dolor de Palestina, de todas las víctimas de ese conflicto --que mata además de hambre y sed, porque ni siquiera los dejan recibir la ineludible ayuda humanitaria para paliar sus mínimas necesidades de sobrevivencia-- es indescriptible. Ahora mismo, no hay manera de describir lo que está sucediendo en Gaza, donde la mayoría de las víctimas son niños, mujeres y adolescentes; donde los hospitales son bombardeados a diario y colapsan escuelas, viviendas y toda la infraestructura poblacional está prácticamente desmantelada.
Palestina necesita de la solidaridad de todo el mundo y de cuanta ayuda humanitaria sea necesaria. No es una demanda ni un simple ruego, es una exigencia, un requerimiento, una obligación, un deber, un rasgo de misericordia.
El drama de Palestina tiene más de 75 años de lucha y de sangre, de resistencia y dolor sin fin. La ocupación israelí de sus territorios, el enfrentamiento a los ocupantes sionistas y el exterminio con el que se pretende borrarlos del mapa, son las reglas de esa guerra de aniquilación que hoy tiene en Gaza el mejor de los ejemplos.
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