viernes, 17 de mayo de 2024

Que nadie se quede atrás



Por Gabriela Orihuela

«En Cuba tenemos todos los derechos garantizados, ¿qué más piden?» La realidad contradice, en parte, tal afirmación. Si bien las leyes existen y las personas quedan protegidas ante determinadas situaciones, los prejuicios, la discriminación, el odio y la fobia siguen teniendo espacio en nuestra sociedad.
 
Desde 1990, cuando la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad de la lista de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) y despatologizó la homosexualidad, el 17 se convirtió en un día para promover y difundir acciones que pongan fin a todas las expresiones de odio que existen hacia esta población.

Este 16 de mayo, ONU Mujeres emitió una declaración oficial por el Día Internacional contra la Homofobia, la Bifobia y la Transfobia. «El tema del Día Internacional contra la Homofobia, la Bifobia y la Transfobia de este año, “Que nadie se quede atrás: Igualdad, libertad y justicia para todos”, subraya la urgente necesidad de abordar la persistente discriminación, violencia y marginación a la que se enfrentan las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queer (LGBTIQ+) en todo el mundo».


Fotos. Natasha Salomé Tachín Sarría


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Entre los personajes de Picuala se encuentra Alex. Como describiese la autora, es «simplemente un niño»; pero Alex no nació siendo Alex, adoptó su nombre luego de sentirse niño, de verse en un cuerpo distinto del que lo identifica socialmente. Aunque la sociedad todavía asocia su género con su sexo de nacimiento, él se construyó con género masculino.

«El Premio “La Edad de Oro” 2018, en Teatro, fue otorgado a la obra Picuala, presentada con el seudónimo Neo (Elaine Vilar Madruga). “El principal valor de Picuala es la audacia al tratar el tema del género, pues se presenta a un niño que se reconoce como tal, pero se siente atrapado en el cuerpo de una niña”», afirmó la periodista Aracelys Bedevia en el periódico Juventud Rebelde, el 10 de febrero del 2019, luego de cubrir el evento de Premiación de La Edad de Oro.

Alex es un niño que crece junto a su madre y a su abuela; su padre se marchó y la relación con él no ha sido la mejor durante el transcurso de la historia. Crece con sentimientos encontrados, con miedos e inseguridades, con burlas, con sueños.

«Marimacha, cangreja, cangrejo, machorra, varoncita, Juana de Arco» son algunas de las hirientes frases que Alex tuvo que escuchar. Y es que ni en épocas pasadas, ni en esta, la transexualidad se acepta y deja de ser fusilada por la norma.

La venezolana María Báez afirmó, en su investigación titulada «La transexualidad desde la mirada de la sociología del cuerpo», que «para una sociedad como la nuestra, es incomprensible e inadmisible pensar en sexualidades más allá de las históricamente establecidas como hombre y mujer. Aunque se sabe que existen, estas se encuentran en una especie de periferia que gira en torno a lo que es considerado como normal, bajo las premisas de estructuras heteronormativas».

Alex, nuestro protagonista, se encuentra en plena adolescencia, cuando los cambios se hacen más evidentes, donde duele más la incomprensión y agobia el no sentirse aceptado. Alex, que ya tenía claros su sexualidad, su género y cómo quería expresarlo, lucha no con sus compañeros y compañeras de clase, sino con su madre, aún reacia a dejar de llamarlo Alejandra. Definitivamente, supone un gran cambio; uno que debe ser guiado por el conocimiento, el apoyo y el sustento.

Una política de educación integral de la sexualidad, con perspectiva de derechos humanos, género y diversidad, dirigida por el Estado, con la participación articulada de diferentes actores sociales, legitima los procesos de cambios socioculturales necesarios para deconstruir el modelo patriarcal.

Isabel Moya Richard, periodista con enfoque de género, escribió en el texto «Del azogue y los espejos: nexos entre la teoría de género y la teoría de la comunicación» que «los cambios que dependen de la conciencia social no se articulan automáticamente sobre las transformaciones de la estructura económica y legal, aunque este es un paso determinante. Los estereotipos, prejuicios, conductas y juicios de valor sexistas, arraigados en las tradiciones de la cultura patriarcal, se modifican en un complejo proceso de reconceptualización en el que inciden la voluntad política, la legislación, los medios de difusión, la escuela, la familia, la subjetividad de cada individuo: la sociedad en su conjunto».



De igual modo, la comunicación resulta un punto clave —más allá de cada 17 de mayo— en la educación sexual y en promover las historias de personas no heteronormativas. A través de la prensa contamos las historias de vida de estas personas que pueden convertirse en ejemplos y en líderes sin planteárselos. Por ello, es pertinente promover y visibilizar estas historias para darle veracidad a la sociedad que contamos.

Sin embargo, también se hace necesario visibilizar a las personas trans desde la normalidad, es decir, no solo entrevistarlas, mencionarlas o fotografiarlas por ser trans, sino por ser médicos, maestras, veterinarias …madres, padres, profesionales con un desempeño destacado.

Las inocentes, del cubano Milho Montenegro, presenta, al igual que Picuala, una ruptura de la literatura tradicional. Otra vez, la protagonista es una persona trans. La historia, con pespuntes de novela negra, pretende llevarnos por los senderos de la investigación, se busca esclarecer un crimen. La novela, como el buen periodismo, captura un momento socio-histórico e invita a la reflexión. Ponerse en la piel de la otra persona no es tarea sencilla.

 

Los medios de comunicación masiva, la literatura, el cine, el teatro (es decir, las artes) deben acompañar a la sociedad, desmitificar, desmentir, visibilizar y educar a todos y todas.

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