jueves, 23 de mayo de 2024

El rey de las lágrimas

 


Por Marilys Suárez Moreno

Mujeres de Cuba y toda Latinoamérica vertieron ríos de lágrimas con El derecho de nacer, una radionovela que hizo época a finales de la década del 40 del pasado siglo. Su autor fue un hombre de profundas raíces culturales, oriundo de Santiago de Cuba, a quien recordamos en su aniversario de muerte.

Hace poco tiempo, la televisión cubana estrenó en su espacio estelar una novela que pretendía honrar y recordar otra novela que en su tiempo hizo furor en Cuba y Latinoamérica, desde su difusión en el lejano año 1948: El derecho de nacer, que protagonizara la actriz española María Valero, fallecida trágicamente, y otros grandes de la actuación, como Minin Bujones y Mario Galindo.

Su autor, el santiaguero Félix Benjamín Caignet Salomón, de quien se cumplirán este 25 de mayo 48 años de desaparición física, concibió la más famosa de las novelas cubanas de todos los tiempos. Pionera en el campo de la radiodifusión en el continente y con la cual consiguió viajar en la década de los 50 por decenas de países de habla hispana y hasta los barrios latinos de los Estados Unidos, donde también se escuchaba.

La novela, que se oyó siempre por radio y de la cual existen diferentes versiones, fue llevada al cine en varias ocasiones por México, Brasil y España; se tradujo al inglés, francés, portugués y mantuvo en vilo a generaciones de cubanos desde sus mismos inicios.

Hijo de madre cubana y padre francés, Caignet, quien nació en Santiago de Cuba el 31 de marzo 1892 y falleció en La Habana el 25 de mayo de 1976, está considerado el padre de las actuales telenovelas y un pionero de ellas en la radio cubana e internacional.

Fue un cubano de honda raigambre, que hizo llorar ríos de lágrimas a los radioescuchas de la época con una obra antológica en el género, lo que aprovechaba el autor en la concepción de sus personajes, concebidos desde la emoción y el dolor, aunque también escribió comedias y más de 300 composiciones musicales.

Músico, periodista y escritor, tuvo una fructífera carrera, tanto en el ámbito musical, como en el narrativo, y fue también pintor, actor y autor de cuentos infantiles, la mayoría de los cuales se publicaron en revistas y folletines o en programas radiales de ese corte, si bien su nombre se asoció en un principio al periodismo y a la narrativa, pues sus inicios reporteriles fueron en los tribunales y en el Poder Judicial de su natal Santiago de Cuba.

Con una proyección autodidacta, Caignet fue un hombre consagrado a la radio cubana, un pionero en este medio y un trabajador incansable. Con los episodios del detective Chan Li Po, otra obra suya que le trajo buen éxito, viajó a La Habana y a Argentina, donde escribió varios personajes humorísticos de gran popularidad en esa nación.

Su carrera musical también fue extensa y fructífera: compuso temas como Te odio, Mentira, Carabalí y su popular Frutas del Caney, esta última de gran acogida y popularidad e interpretada por renombrados artistas cubanos.

El primer largometraje sonoro cubano, La serpiente roja, es creación suya, pero fue El derecho de nacer, que se escuchó siempre por radio, la novela que le dio fama internacional a este innovador de la radiodifusión cubana de todos los tiempos.

La trasmisión reciente del Derecho de soñar trajo a la memoria de los televidentes de mayor edad y a las nuevas generaciones, un hálito de nostalgia, no pocos recuerdos y el homenaje merecido a locutores, aristas, técnicos y fundadores de la radio cubana. Además de transportar a la memoria de los televidentes una novela que hizo furor y se convirtió en un fenómeno de masas desde su primer capítulo.

Con estas notas quisimos recordar, en el aniversario de su muerte, al más humano de los autores, al rey de las lágrimas --como también le llamaron-- y a quien ostenta por derecho propio el título de padre del melodrama.

En su memoria, durante su sepelio en el Cementerio Cristóbal Colón de La Habana, se dejaron escuchar las notas de Te odio y te quiero, su canción más popular, recreada por Rita Montaner en el Teatro Paytret en abril de 1928 y, seguidamente, Sin lágrimas, cantada a capela por el recordado dúo cubano de Las hermanas Martí.

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