Por Carmen Maturell Senon
Para escribir sobre el femicidio, siempre hay un momento oportuno. Cada instante es propicio para visibilizar y denunciar los estragos de la cultura machista. Las desigualdades de poder entre los géneros acarrean graves consecuencias para las mujeres, que en el peor de los casos finalizan en la muerte. Son ellas las principales víctimas de una violencia de género sistemática, que no podemos ignorar.
Los femicidios no son hechos que ocurren aisladamente, ni son producto de un arranque repentino de rabia. Por el contrario, parten de un sistema de dominación que sitúa lo masculino como superior. Existiendo, en varios casos, antecedentes de violencia, que muchas veces normalizamos. Dentro de las señales más comunes está el control, las amenazas, los celos, prohibiciones y otras manifestaciones que reflejan el desequilibrio de poder entre el hombre y la mujer.
En Cuba hay políticas destinadas a garantizar el avance de la mujer, como el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres y la Estrategia Integral de prevención y atención a la violencia de género y la violencia en el escenario familiar, implementados en 2021, además del Código de las Familias, el nuevo Código Penal y el reciente Protocolo de actuación ante situaciones de discriminación, violencia y acoso en el ámbito laboral. Sin embargo, aún queda mucho por hacer en términos legislativos y en el apoyo a las víctimas.
Quedan escenarios diversos todavía por desprejuiciar, porque lamentablemente estamos lejos de ser una sociedad libre de violencia.
Las cifras son contundentes. Según el Observatorio de Género en Cuba, en 2022 se cometieron 18 casos de femicidios en el país. De ellos, 89% fueron perpetrados por la pareja o ex pareja de la víctima, dentro de un grupo de edad que oscila entre los 20 y 44 años, destacándose las provincias de La Habana y Holguín como las de mayores incidencias.
Sin embargo, al no contarse con una página gubernamental que actualice constantemente los registros, se hace imposible comprobar los casos ocurridos en este año, pues la mayoría de los datos se recopilan a través de las redes sociales, lo que genera discrepancia en las cifras. No obstante, basta con que muera una sola mujer para que nos preocupemos y busquemos soluciones.
El camino hacia la erradicación del femicidio en Cuba no se limita a la implementación de leyes y políticas públicas. Una de las primeras acciones es aceptar el término, pues todavía existen normas que lo denominan como homicidio.
La cuestión es que no son simples muertes: el femicidio es un asesinato intencional a la mujer, producto de la desigualdad de poder.
Otro factor es asegurar que exista una coordinación adecuada entre los distintos actores del sector jurídico y los servicios sociales, para así garantizar una respuesta integral y apropiada a las situaciones de violencia de género. También es crucial abordar las actitudes y creencias arraigadas en la sociedad, que permiten la perpetuación de estereotipos sexistas.
Esto implica promover una educación con enfoque de género, fomentar la participación y el liderazgo de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad y generar conciencia sobre la importancia de una cultura de respeto.
En este sentido, es importante destacar el papel de los medios de comunicación. Es cierto que actualmente hay mayor visibilización del fenómeno, pero se requiere de más participación.
No es conveniente enterarse por algunos medios de prensa no gubernamentales sobre las estadísticas y casos de violencia de género en el país –los mismos que intentan dramatizar, subvertir y hacer de eso un negocio mediático-político–, cuando podemos proporcionarlo nosotros.
Sin dudas, lograr una sociedad desprovista de discriminación puede parecer una utopía, pero nos asomaremos a ello si nos comprometemos a confrontar las normas patriarcales que perpetúan la violencia machista. Cada vida perdida es motivo suficiente para trabajar de conjunto y erradicar la problemática.
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