Foto: Dirección Provincial de Cultura de La Habana
Por Lianne Garbey Bicet
Hoy, en el Día Mundial de las Librerías, he decidido emprender un viaje hacia uno de los espacios más emblemáticos de la calle Obispo, en La Habana Vieja: la Librería Fayad Jamís, un centro que palpita con el latido literario de la ciudad.
Al entrar, mis pasos resuenan sobre los suelos desgastados portadores de historias que trascienden el tiempo. Aquí, soy una viajera más en el reino de los libros, donde cada ejemplar susurra una promesa de evasión, de conocimiento, de revolución.
Mientras avanzo entre los estantes, mi mirada se deleita con la vista de lomos gastados y títulos resplandecientes bajo la luz tamizada que se filtra por las ventanas altas. El olor a papel se mezcla con el dulce aroma del café cercano, creando un perfume que para mí es la esencia misma del aprendizaje y la aventura.
Foto: Tomada de Prensa Latina
Tomo un ejemplar de "El siglo de las luces", su peso en mis manos es el peso de la historia, un legado palpable que Alejo Carpentier dejó para nosotros, los amantes de las letras. Siento la presencia del pasado que se cierne sobre mí, como si cada página albergara un fragmento de la esencia vibrante de Cuba.
En el cálido refugio de la Fayad Jamís, no soy simplemente una consumidora; soy parte de una comunidad viva. Intercambio sonrisas con desconocidos, esos compañeros temporales en el viaje por la literatura. Los libreros, con su conocimiento profundo y su pasión, no solo me recomiendan lecturas, sino que comparten historias propias, creando un tapiz rico y vibrante de experiencias humanas.
Me pierdo un instante en la sección de poesía, donde los versos de poetas cubanos parecen danzar en el aire, tan vivos como la música que escucho en cada esquina de La Habana. Los poemas, con su cadencia, parecen pulsar al ritmo de la ciudad un compás que marca el fluir de la vida misma.
En un rincón, observo a un grupo de niños que escuchan, embelesados, a un anciano narrador. Su voz tiene el timbre de la tradición, cada palabra un hilo que teje la rica manta de la cultura cubana. Me doy cuenta de que este espacio es más que una librería; es un centro de la comunidad, un hogar de historias, un sitio donde cada visitante deja una huella invisible en su historia colectiva.
Al abandonar la Fayad Jamís, siento que no solo llevo conmigo un libro bajo el brazo, sino una parte de la historia, un pedazo de La Habana y el eco de incontables voces que se han cruzado en este santuario de sabiduría.
Las librerías, entiendo ahora más que nunca, son el alma de una sociedad, y la Fayad Jamís late fuerte en el corazón de mi querida Habana.
En el Día Mundial de las Librerías, celebro no solo la existencia de estos espacios de conocimiento y cultura, sino el impacto inmenso que tienen en la vida de las personas.
Soy testigo y soy parte; soy lectora y también narradora de la historia viva que se continúa escribiendo en cada página, en cada rincón, en cada suspiro de este lugar mágico. Me alejo, ya con nostalgia, prometiéndome regresar a este lugar donde cada libro es un nuevo comienzo.
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