Por Marilys Suarez Moreno
El estallido del 10 de octubre de 1868 y el rápido avance de la insurrección por los territorios de Oriente, Camagüey y Las Villas, con su inevitable repercusión en La Habana, llevaron la guerra a todo el país. Aquella acción de dignidad y rebeldía se insertó con letras de gloria en la historia cubana.
Dicen que aquel día era el cumpleaños de la Reina Isabel Segunda. Pero en Cuba, la fecha tenía otra connotación. Tras la frustración de otros intentos revolucionarios y con conocimiento de que el Capitán General de la Metrópoli había dispuesto la detención de los gestores complotados para iniciar la lucha el día 14 del décimo mes del año, Carlos Manuel de Céspedes, desobedeciendo todo acuerdo, convocó a sus esclavos y a sus más cercanos colaboradores a su ingenio La Demajagua, sede de aquel alzamiento histórico.
Era el 10 de Octubre de 1868 cuando lanzó el grito de Independencia o Muerte. Estaba colocado en una disyuntiva terminante: o se pronunciaba contra España o arrostraba un proceso funesto para la revolución. Decisión audaz y poco comprendida, la suya.
Otra coyuntura precipitó que el Padre de la Patria cubana adelantara la fecha, prevista para cuatro días después, pero la inminencia del descubrimiento del complot, pues Céspedes sabía que era vigilado de cerca por las autoridades coloniales y si era encarcelado junto con el resto de los jefes complotados, los empeños de los libertadores se irían al traste..
Comenzaba así la Guerra de los Diez Años, la primera y más larga de nuestras luchas emancipadoras. El insigne patriota cubano no solo desafió a la Corona española con su declaración de guerra, sino que dio la libertad a sus esclavos para que fueran participes también de aquella contienda. Independencia absoluta y deseos de abolición eran las premisas esgrimidas por Céspedes.
El carácter avanzado o conservador de las tendencias existentes en el seno de la Revolución del 68, se manifestaron en las posturas ante la esclavitud, sistema de gobierno, económicos, de la tierra y otros puntos no menos cardinales de aquella gesta. De hecho, como lo calificó el historiador: Ramiro Guerra, su decisión revela en Céspedes, al “hombre de acometividad y de imperturbable valor” que hizo frente siempre con serenidad y firmeza a las más difíciles y peligrosas situaciones”.
El bayamés que retó a España con su declaración de guerra y le otorgó a los esclavos el derecho a ser libres e iguales, no solo fue el iniciador de nuestras gestas emancipadoras, sino que, según Fidel, simbolizó la dignidad y rebeldía de un pueblo que comenzaba a nacer en la historia”.
Para garantizar la unidad en torno a su alzamiento, centralizó la dirección revolucionaria en su persona, unificando las funciones militares y las civiles, criterio que no fue compartido por los patriotas de otras regiones. Para él, los objetivos de la lucha emprendida estaban muy claros y los resumía en pocas palabras: Constituir en Cuba una nación independiente, porque así cumple a la grandeza de su futuro destino y para tender un brazo amigo y un corazón fraternal a todos los demás pueblos.
Su ferviente patriotismo y la marcada animadversión contra las autoridades españolas, hicieron a Céspedes eje de una serie de incidentes, por los cuales guardó prisión o destierro de su ciudad natal en varias ocasiones. Hombre de vasta cultura, amante de la música y del deporte, el abogado bayamés era un revolucionario cabal, un abolicionista consecuente y un apasionado de la libertad, además de un hombre cariñosos y amante de su familia.
Consagrado por la historia cubana como El Padre de la Patria, el rico abogado nacido en cuna de oro y criado para perpetuar el orden existente, tomó el camino de la revolución. Su insubordinación resulto bendita y se insertó con letras de gloria en la historia. La revolución había que salvarla desde el enfrentamiento y la continuidad vinculando, por demás, los intereses cubanos a la abolición de la esclavitud.
El Hombre de Mármol, como lo llamó Martí o el Presidente Viejo, como lo calificaron los campesinos, encendió la llama inextinguible de la rebeldía patria y su ejemplo perpetuo, pero cuánto dolor hubo de soportar aquel hombre íntegro que se vio precisado a dejar que fusilaran a su hijo Oscar antes de abandonar la lucha, porque veía en todos los cubanos a sus propios hijos.
Otros desgarramientos marcaron al Padre Fundador: Familia, prestigio, marginación. .Agraviado, víctima de intrigas y humillaciones, asumió su destino quien había señalado oportunos andares.
De ideas políticas éticas y morales y de imperturbable valor, Carlos Manuel de Céspedes se enfrento con serenidad firmeza a las más difíciles y peligrosas situaciones, como encabezar un movimiento independentista cuando, al decir de Armando Hart, aun no éramos una nación históricamente formada.
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