miércoles, 4 de octubre de 2023

Cuando se arriba a la secundaria…

 


Visitar sistemáticamente la escuela, estar al tanto de las dificultades  de nuestros hijos e hijas y ayudarles a enfrentarlas, así como orientarles en las tareas y trabajos de clase, resulta vital para la relación escuela-familia.

Por Marilys Suárez Moreno

 “Tengo unas ganas de que empieces en la secundaria, para ver si te independizas  y descanso un poco ya”. Al comentario, escuchado días antes de que empezaran las clases, puede sumársele otro que se oye bastante cuando escolares de primaria cursan los grados finales de la escuela: “Deja que vaya para la secundaria”...

Este pensamiento, más que una advertencia, parece presagiar un mundo de amenazas ante los cambios abruptos que se le avecinan al niño o niña con el arribo al nivel secundario.

Algunos padres y madres se expresan con frases como las expuestas porque piensan que con el ingreso del hijo o la hija a la enseñanza media, se sentirán más liberados de su tutela; digamos que menos involucrados con la nueva etapa que comienza. Por aquello de la ganada independencia, existe la creencia generalizada de que el tránsito al nivel secundario de la escuela transforma, por así decirlo, la vida del menor.

El asunto, sin dudas, merece una reflexión. Ciertos padres —por suerte, los menos— ven el arribo a la secundaria básica de sus muchachas y/o varones, como un distanciamiento de la responsabilidad que hasta entonces mantenían en la escuela primaria.

Un poco que se despreocupan de sus problemas, que ahora son otros, pues ya no es un “niñito o una niñita”, según ellos, para "estarles cayendo detrás". Y lo que es más grave, hasta desatienden sus rendimientos académicos, o si van o no a clases; se despreocupan de las llegadas tardías al plantel y hasta dejan de asistir a las reuniones de padres y madres que convoca la escuela.

Ciertamente, esta enseñanza representa una transformación, por cuanto, además de comenzar en la pubertad y adolescencia, se deja de tener la atención del maestro para pasar por distintos profesores especializados por materias; pero que, de ninguna manera, pueden conocer las individualidades de sus alumnos, ni sus problemas, ni su carácter y mucho menos las dificultades que puedan tener en el seno familiar. Porque según el grado, la mayoría de las veces el profesorado tiene que atender varios grupos de, al menos, 20 alumnos.

Las profes como la Amelia de la serie televisiva Calendario no abundan. Los propios directivos del Ministerio de Educación han dicho que la organización de la secundaria básica tiene que concebirse en función de la población adolescente.

En momentos en que, nuevamente, el curso escolar se hace de manera presencial tras los días grises de la pandemia y, por ende, incluye mayor permanencia del alumnado en su plantel y que los maestros tengan que impartir en ocasiones dos o más asignaturas,  permitirá un mayor acercamiento hacia sus pupilos y una mejor interpretación de estos de los fenómenos naturales y sociales que complejizan la sociedad de hoy. Todo lo cual demanda una mayor colaboración y acercamiento familiar. 

Para la entidad rectora educacional, el reto pasa por la consolidación y mejoría de lo aplicado en ese nivel tan importante, en función de formar una cultura integral y creativa, priorizando un mayor conocimiento de la Historia de Cuba, el civismo ciudadano, la descolonización cultural que menoscaba las redes sociales y otras muchas carencias que conspiran con la adecuada preparación pedagógica de los educandos y, ¿por qué no decirlo?, de muchos docentes también.

Visitar sistemáticamente la escuela, asistir a las reuniones de padres, conversar con los maestros de nuestros hijos e hijas, estar al tanto de sus dificultades y ayudarles a enfrentarlas, así como orientarles en las tareas y trabajos de clase, resulta vital para la relación escuela-familia.

Sin pretender darles recetas pues cada cual tiene la suya—, los invitaría desde ya a vincularse más estrechamente con la secundaria, donde ahora mismo cursan estudios sus hijos e hijas. Claro, sin tratar de coartarles la natural independencia que van ganando ni de inmiscuirse en su nuevo medio de vida. Ello sería una buena manera de compartir, con ellas y ellos, la experiencia que van adquiriendo en esta etapa única.

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