La infancia es una época de crecimiento y cambios rápidos en la que la vida infantil se va conformando paso a paso. Un momento esperado por la familia comienza con el destete, también llamando proceso de introducción de alimentos sólidos.
Un paso que se desarrolla de manera progresiva, pues no se elimina la lactancia, sino que continúa en el esquema de alimentación del bebé, el cual se enfrenta a otros alimentos con texturas, olores, sabores y colores diferentes. A padres, madres y tutores corresponde organizar la vida del nuevo integrante de la familia, de acuerdo con un plan que regule todos los procesos y favorezca su desarrollo físico y psíquico saludable.
Cuando se comienza esta etapa, hay que tener muy presentes las indicaciones del pediatra o la pediatra que lo atiende. Lo indicado es ofrecerle un mismo alimento durante varios días, mantener un adecuando balance de estos, sustentarlo para nutrirlo, no para engordarlo y observar si algún alimento le produce alergia. También es necesario no limitar su alimentación y hábitos a los gustos propios y mantener una higiene constante en los utensilios utilizados en la confección de la comida del bebito y, en general, en todas sus cosas, así como organizar el horario de alimentación antes de la comida de la familia.
Para los recién nacidos la vida discurre en forma desordenada. Con el nacimiento perdió el confort del claustro materno y se enfrentó a un medio desconocido, al cual deberá adaptarse poco apoco. En este nuevo entorno, cualquier inquietud, tanto interna como externa, lo hace llorar. Esta es la causa de que su sueño sea intranquilo y de que se maestre impaciente por el hambre y por las necesidades de eliminación.
Todo ello sin escatimar mimos y ternuras, pues el afecto es vital para su completo desarrollo y este requiere tanto de la alimentación como de esa necesidad de cariño desde su primer día de vida.
En la medida en que el niño o niña va creciendo aumentan las posibilidades de valerse por sí mismo, lo cual no se debe impedir, sino estimular. Recordando siempre que el equilibrio emocional es una de las bases esenciales de la personalidad infantil, la cual se sustenta desde la cuna y depende de la crianza y educación del infante y del cariño que se ponga en el empeño. Particularmente, en las edades tempranas, muy necesitadas del afecto y la comprensión de sus mayores, tanto como del alimento y el abrigo.
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