Por Doris Calderón Terry y Aime Sosa Pompa
La reconocida profesora e investigadora María del Carmen Barcia Zequeira, marcada por su origen gallego y la voluntad de profundizar en nuestras raíces, ha indagado con hondura en temáticas de la sociedad cubana del siglo XIX, relacionadas en especial con las familias negras y la esclavitud.
Cuenta en su haber con más de 20 lauros, entre los que se distingue el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas (2003), el Premio Nacional de Historia (2005) y la Distinción por la Cultura Nacional.
En su fecunda obra se perfilan caminos de la historia social, entre los cuales ha privilegiado a las voces de mujeres negras y africanas, devenidas cubanas, que hoy conforman nuestra identidad.
Así, en una conferencia de mayo de 2005 acentuaba: “Fueron mujeres distintas y también semejantes, disfrutando y también defendiendo sus minúsculos espacios de poder. Desde su doble subalternidad, sexual y racial, cimentaron sus familias, conservaron sus tradiciones y transgredieron lo que consideraban inadmisible”.
En esta entrevista exclusiva para la revista Mujeres, nos ofrece sus consideraciones sobre el abordaje de estos temas.
¿Qué valor le concede a la historia en la vida y destino de una nación?
La historia de cada individuo, la de su familia y la del espacio en que estas se desenvolvieron funda las raíces de todo ser humano y forma la identidad que nos marca y diferencia. Más que el destino, que es una expresión que refleja lo intangible, influyen en su futuro, como ciudadanos y como elementos formadores de una nación. El imaginario colectivo y las mentalidades individuales se nutren de esos retazos y conforman una trama que nos sustenta como nación. La historia, sobre todo la social, ayuda a comprenderlo.
Sus investigaciones han contribuido a determinar caminos en la historia social de Cuba, ¿cuál considera que es la importancia de regresar a nuestras raíces?
Solo nuestras raíces y su devenir explican lo que somos, como individuos y como nación. Es preciso --imprescindible diría-- sustentarnos en ellas, cultivarlas. Las mentalidades, como decía Ferdinand Braudel, son prisiones de larga duración, pero no debemos atarnos a esa frase desde un ángulo negativo, sino desde una perspectiva que refuerza lo que hemos llegado a ser y la manera en que nuestra historia, individual o colectiva, ha influido en lo que somos.
La mentalidad sólo se despliega, incluyendo otros elementos, cuando se transforma el medio en que se vive. Es esa circunstancia la que puede tener imponderables, de ahí que sostener nuestra identidad forma parte de que nuestro futuro, como nación, sea próspero y enriquecedor.
¿Cómo nos marca hasta hoy el proceso de mestizaje que tuvo lugar en la formación de nuestra identidad nacional?
Nuestra cultura es mestiza, para nada importa el color de nuestra piel. En nuestras raíces hay una multiplicidad de elementos, etnias pudiéramos decir, mayoritariamente españolas y africanas. Son diversos, pero se imbricaron en un proceso que Fernando Ortiz definió como mulatez.
Es lo que nos diferencia, lo que nos identifica como colectivo y también como nación, un ritmo interno, una forma de expresarnos que nos distingue del otro.
En sus estudios ¿cómo ha destacado la mujer cubana como pilar de la nación?
En ocasiones pienso que debiera hablarse de matria en lugar de decir patria, porque las mujeres fundamos desde el vientre, luego desde la cuna y más tarde a lo largo de toda la vida.
La mujer suele ser el tronco de la familia. Cuando solo fue considerada como “reina del hogar”, su rol esencial era enseñar a sus hijos. Se educa desde la cercanía, es un accionar diario que poco a poco construye al ser humano. Desde luego que hay excepciones, como en toda regla, y padres que han aportado mucho en la educación de sus hijos.
¿Cuáles han sido sus principales satisfacciones al abordar la temática de la mujer en la sociedad?
Cada investigación que he abordado, desde la sociedad o la individualidad, ha partido de un interés profundo; no solo de relatar, sino de entender teóricamente un problema. Es imposible no tomar en cuenta a la mujer en la historia, aunque algunos la hayan ignorado.
Está en el centro de la familia y la sostiene en la normalidad del devenir diario o ante conflictos de diversa índole. Ha sido muy marginada por los historiadores; eso me ha conducido, tal vez sin proponérmelo, a abordar sus historias, sobre todo desde la desigualdad.
Ellas aparecen en la mayor parte de mis obras, como objeto o tangencialmente. Están muy presentes en libros como Los Ilustres apellidos: negros en la historia colonial, en Oficios de mujer o en La otra familia; pero sobre todo aparecen en artículos dispersos, algunos de los cuales fueron reunidos en un libro titulado Mujeres al margen de la historia.
Al final de toda esta entrevista, quisiera hacer una reflexión. Desplegar la historia colonial no implica ignorar la presente. La historia se escribe desde el hoy y busca, en el pasado, conductas sostenidas, para poder predecir el futuro.
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