Por Marilys Suárez Moreno
Eran 13 sus integrantes, pero a ninguna le importó la mala fama del número. Para ellas, el mejor augurio era el apoyo incondicional de Fidel, su confianza en las mujeres.
De hecho, al defender la presencia femenina en la lucha de liberación, salvaguardaba el papel que estas debían ocupar posteriormente en la sociedad.
El propio Fidel dedicaba gran parte de su tiempo a los entrenamientos y también les hablaba de Mariana Grajales, nombre que honraba al pelotón.
Ellas llegaron desde distintos frentes y campamentos rebeldes, donde desarrollaban tareas de enfermeras, guías de arrias de mulos, abastecedoras de alimentos en plena serranía, cocineras, transportadoras de pertrechos y vituallas, maestras y mensajeras, aunque en su fuero interno todas querían ganarse un puesto en el combate.
La mayoría eran muy jóvenes, cuando con la guía de Fidel constituían en el monte el primer grupo guerrillero de América, conformado totalmente por mujeres.
Corría el cuatro de septiembre de 1958 y mientras en La Habana la dictadura celebraba con cañonazos su fecha, La Plata, en la Sierra Maestra, pareció vestirse de mujer esa noche.
En aquel histórico enclave, combatientes muy jóvenes constituían en el monte, junto a Fidel, el pelotón de Las Marianas, conformado por compañeras de diferentes procedencias.
Ellas formaron parte integral del Ejército Rebelde, pues amen de combatir como cualquier soldado, reivindicaban su condición de género.
En sus inicios, integraron aquel pelotón guerrillero femenino, primero de su tipo en América Latina, combatientes como Isabel Rielo, su hermana Lilia Rielo, Norma Ferrer, Olga Guevara, Dolores Feria, Angelina Antolín, Eva Rodríguez, Edemis Tamayo (La gallega), Orosia Soto, Flor Celeste Pérez, Ada Bella Pérez y la hoy generala Teté Puebla, la menor de aquella tropa de audaces mujeres que terminaron convirtiéndose, también, en la primera escolta femenina que tuvo Fidel. Ellas lo seguían y cuidaban de él todo el tiempo.
Muchas recordarían después que Fidel les habló y explicó por qué quería que la mujer combatiera, pues ésta no era sólo para los menesteres domésticos y como madre, sino que era parte integral de la guerrilla y merecedora del derecho a luchar.
Batalla difícil y compleja la que libraron contra los prejuicios de la época, los que una sociedad discriminadora había inculcado en los hombres y mujeres de aquellos años.
En testimonios ofrecidos indistintamente, a posteriori, se refleja el deseo de aquellas cubanas de convertirse en soldados y pelear por la liberación de Cuba.
Contaban que algunos no entendían, alegando que en la Sierra Maestra sobraban hombres, pero para Fidel, aquello no era cuestión de sexo, sino del papel que desempeñaba ya la mujer en la guerra.
El bautizo de fuego de Las Marianas fue el combate de Cerro Pelado, uno de los más difíciles para la pequeña tropa femenina comandada por la teniente Isabel Rielo, ocurrido el 27 de septiembre de ese año, a pocos días de haberse creado el Pelotón.
Después vino el ataque a la presa de Holguín; emboscadas como la del Cerro de las Uñas, en Chaparra; choques en Oro de Guisa y otros.
En la batalla de Guisa, uno de los más violentos de la guerra y en la que hombres y mujeres derrocharon heroísmo, Fidel escribió, en el parte emitido, que el pelotón de mujeres “Mariana Grajales” combatió valerosamente también durante los 10 días que duró la acción.
Las Marianas se distinguieron, demostrando que las mujeres son tan excelentes soldados como nuestros mejores soldados hombres, al decir de Fidel.
El primero de enero de 1959, al entrar triunfante en la heroica Santiago de Cuba, el líder de la Revolución cubana expresó, refiriéndose a Las Marianas:
“…Se ha demostrado que no sólo pelean los hombres, sino pelean las mujeres también en Cuba, y la mejor prueba es el pelotón “Mariana Grajales”, que tanto se distinguió en numerosos combates…”
Ellas hoy son parte de la leyenda revolucionaria de la Sierra Maestra y luego la que tejieron en el llano, en el desempeño de otras funciones no menos relevantes.
La mayoría de ellas ya no se encuentran físicamente entre nosotros y las pocas que quedan sienten el rigor de los años, si bien la mala faena de los achaques no han podido destruir sus recuerdos y sueños ya distantes en el tiempo, cuando integraron aquel heroico pelotón femenino. Y, como en cualquier empresa de envergadura, se enrolaron en la gran batalla que las catapultó a la historia.
Ellas fueron la juventud presente de aquella etapa fundadora y el recuerdo agradecido de un pueblo que les mostró su confianza y admiración y que hoy, a 65 años de haberse convertido en parte única de la historia patria, las recuerda todavía como las 13 de un pelotón insigne llamado Las Marianas.
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