Los hábitos, las normas, los patrones de conducta, las rutinas, incluyendo la del estudio diario cuando vaya a la escuela, pautan la vida infantil
Por Marilys Suárez Moreno
Raulito es un niño de siete años, criado al arbitrio de su madre, una persona con hábitos de vida desordenados. Raulito se pasa buena parte del día en la calle, se baña a la hora de dormir y vuelve a la escuela con el mismo uniforme sucio y ajado de la víspera. Sus uñas y manos están siempre sucias, al igual que su cabello, desgreñado y no pocas veces con piojos.
El niño no tiene hábito de estudio, de comer a sus horas y mucho menos de aseo. Una práctica que se inicia desde la cuna y, por ende, corresponde a mamá y papá la responsabilidad de crearlos en sus hijos e hijas, porque la formación de pericias correctas de higiene personal, desde la más temprana edad, no sólo contribuye al fortalecimiento de la salud infantil, sino que permite el cumplimiento exitoso de otras tareas físicas e intelectuales.
Un hábito es una acción del individuo que, de forma voluntaria o involuntaria, llega a transformarse en una acción automática o inconsciente, que puede ser reflejo o no de ciertas situaciones. Muchas de estas costumbres suponen un problema momentáneo, o los causarán a largo plazo, durante el crecimiento del infante.
Los hábitos, las normas, los patrones de conducta, las rutinas, incluyendo la del estudio diario cuando vaya a la escuela, pautan la vida infantil, tanto como un adecuado desarrollo emocional, indispensable para el pensamiento armonioso de la personalidad en formación.
La formación de hábitos en las edades tempranas se logra mediante una adecuada organización de la conducta. Por supuesto, se precisa del papel de las personas adultas en la adquisición que hacen los infantes de las costumbres favorables y efectivas; todo ello de forma gradual, a fin de que los vayan interiorizando, hasta formar parte de su rutina de vida y satisfagan sus necesidades biológicas, psicológicas y sociales.
Por ejemplo, establecer un horario para el baño desde las primeras horas de nacido el bebé, cortarle las uñitas con frecuencia, cambiarle los pañales las veces que lo precise --y no como hacen algunas familias, que aprovechan los desechables hasta que casi se les cae por el peso de la orina--, son algunas prácticas de higiene indispensables en la vida del bebé.
A medida que crece, incorporará otras y perfeccionará las aprendidas, porque si el aseo personal no se cumple cabalmente, los gérmenes nocivos proliferan con facilidad en el organismo infantil. De hecho, el baño diario, la limpieza bucodental y el lavado correcto de las manos son medidas indispensables para su salud. Igual importancia merece la higiene del cabello, la limpieza de las uñas y orejas y el cuidado de la ropa.
Las costumbres higiénicas guardan relación con las demás actividades que a diario ocupan a niñas y niños: comer, dormir, jugar, mantener el cuerpo limpio y convenientemente vestido. Un menor al que no se le formen buenas habilidades de aseo, resulta una persona inadaptada cuando conviva en colectivos más amplios, independientemente de su familia.
En general, las normas de aseo para los infantes son las mismas indicadas para la población adulta; aplicadas, eso sí, de una forma especifica, de acuerdo con la edad y el desarrollo psíquico del niño o la niña en cuestión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario