Por Dayessi García Sosa, Especial de la ACN para Mujeres
Lactar es amar y en esa frase va la vida. Saber que el futuro del regalo más preciado que reciben las madres está en sus manos, las convierte en principales responsables de garantizar los componentes suficientes para que los bebés crezcan sanos y salvos.
El agarre de sus pequeñas manitos a su dedo, la mirada constante, la cercanía en su pecho y la tranquilidad de sentirse protegido y querido indican que la lactancia materna exclusiva es el mejor camino que puedan recorrer juntos.
Bien lo sabe Yanet Oro Jiménez, de 32 años, quien además de alimentar a su tesoro, desde el nacimiento de su bebé dona cada día su líquido más preciado en el Banco de Leche Humana del Hospital Ginecobstétrico Ana Betancourt de Mora, en Camagüey.
Lo hago con mucho orgullo, porque sé que ofrezco salud y bienestar a esos pequeños que lo necesitan. Estoy en toda la disposición de ayudar, tanto a ellos como a sus madres. La atención es muy buena, te enseñan y explican los beneficios de la lactancia materna, al mismo tiempo que te impulsan a la solidaridad, dijo tranquila mientras el extractor apretaba su areola.
En este proceso, la ayuda la "seño" Mirtha Altuve Jiménez, institución de la enfermería que labora en el servicio de Neonatología del centro, desde 1986.
La lechita primera, llamada calostro, es súper importante, porque se dice que es la primera vacunación del recién nacido, está llena de calorías y anticuerpos para el bebé, es rica en proteínas, azúcares, vitaminas y minerales; además de componentes bioactivos, como hormonas, factores de crecimiento, enzimas y células vivas, que ayudarán a su crecimiento y desarrollo futuro, explica Mirta invitando a pasar a la próxima madre que espera.
Cuando la mamá llega aquí, sobrecargada de leche, le explicamos el proceso; luego pasa por una desinfección que incluye el lavado de las manos, la colocación de la ropa estéril y entra a la sala de extracción. No puede tener fiebre y debe estar en perfecto estado de salud, añade la especialista.
Una vez que se logra la recolección del vital alimento, se le realiza un proceso físico químico de pasteurización de 24 a 48 horas, para decidir si está apta, y se le ofrece mayoritariamente a los bebés graves y críticos, los bajo peso al nacer y a los niños que las mamás, por disímiles causas, no los pueden lactar.
La doctora Emirelys Rodríguez Ayala, epidemióloga del Programa Materno Infantil, explicó también que es un alimento natural y completo, que aporta la madre protegiéndolos de enfermedades infecciosas y respiratorias, y trae beneficios para ambos, pues los bebés que la reciben hasta los seis meses de edad y luego como una dieta complementaria son más sanos. Algunos estudios demuestran que incide, además, en la inteligencia de los pequeños.
Sobre el caso de las puérperas, comentó que ayuda a la involución del útero, a que las mamas estén menos congestionadas y establece una relación más estrecha entre madre e hijo.
Subrayó además que, en muchas ocasiones, sobre todo cuando algunas madres adolescentes desconocen estos beneficios, no es adecuado que ante cualquier situación se desesperen e introduzcan otra alimentación al pequeño.
Entonces, durante el embarazo, juegan un papel determinante la familia, así como el médico y la enfermera del consultorio, en la preparación de esas gestantes para que, cuando llegue el momento, sean conscientes de lo imprescindible de esta acción.
La lactancia materna también protege contra el síndrome de muerte súbita infantil, es por ello la necesidad de que todos apoyen esta noble labor.
Aunque las madres son las protagonistas de este acto de total entrega, lactar no es exclusivamente una labor de ellas; sentirse apoyadas por los papás y el resto de la familia es incentivo poderoso que se convierte en paz, salud y bienestar para el integrante más pequeño, que regala luz y esperanza a toda la familia. (Dayessi García Sosa, ACN)
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