Por Marilys Suárez Moreno
Hay un momento en la infancia que se puede calificar de “mágico”, y no debe preocuparnos si en la edad preescolar el niño o niña inventa historias, compañeros de juegos, interlocutores invisibles o “presencias” que responden al fruto de su imaginación altamente desarrollada.
Después de los cuatro años de edad, los menores hablan de “hazañas” que realizaron o vieron, y que no ocurrieron o acontecieron de modo mucho menos “heroico” o espectacular a lo que nos dicen.
Invenciones que obedecen a un mecanismo psíquico muy distinto del de la mentira, porque en gran parte es inconsciente e involuntario, y castigarlo o llamarle mentiroso constituye un error y no es justo.