Ana Betancourt Agramonte se hizo escuchar en una sociedad donde se le negaba a la mujer desde la educación hasta el derecho de opinar.
Por Marilys Suarez Moreno
En un medio de casi total servidumbre fue que Ana Betancourt Agramonte se atrevió a alzar su voz y pedir para la mujer un sitio digno dentro de la sociedad. Fue en abril de 1869, ante los delegados a la histórica asamblea Constituyente de Guáimaro, en Camagüey, cuando los representantes del Camagüey, Oriente y Las Villas unieron sus esfuerzos independentistas contra el colonialismo español.
Se hizo escuchar en una sociedad donde se le negaba a la mujer desde la educación hasta el derecho de opinar. Ahí estriba la importancia de su discurso valiente y precursor que la engrandece, porque abrió la senda para la lucha que sostendría la mujer por ocupar un sitial dentro de la sociedad, como ocurre hoy en Cuba.