Por Marilys Suárez Moreno
Integrador, afectivo, justo, ético. Muchos más
pudieran ser los adjetivos para calificar al novedoso Código de las Familias,
cuya votación por referendo dotó al país de un cuerpo
legal que regula a las instituciones relativas a la familia, el matrimonio, el
divorcio, las relaciones paterno-filiales, la adopción y la tutela, entre otros
muchos articulados.
A
un año de su promulgación y aplicable a todas las familias, cualquiera que sea
la forma de organización adoptada por estas, el Código no sólo las visibiliza y
protege, sino que va mas allá de las relaciones jurídicas y familiares con la
sociedad y el Estado. De hecho, garantiza el orden jurídico y extrajudicial y
salvaguarda los derechos de las personas, sin distinción de edad, raza, género
o credo, ofreciendo conformidades y
alternativas a otros modelos familiares no regulados.