Por Marilys Suárez Moreno
Santiago de Cuba se conmovió por el asesinato, el 30 de julio de 1957, de uno de sus hijos más queridos, Frank País García. Con él cayó también otro luchador revolucionario, Raúl Pujol Arencibia, acribillado a balazos al mismo tiempo que Frank. El primero, maestro; el segundo, comerciante. Los dos consecuentes con sus ideas revolucionarias.
La muerte del as del clandestinaje constituyó una imponente manifestación de duelo popular. El dolor y la indignación por el asesinato del joven maestro, cuyo cadáver fue amortajado con el uniforme verde olivo del 26 de Julio, se volcó en el sepelio.
Frank País no había cumplido los 23 años. Pujol tenía 35. Indiscutido jefe del alzamiento revolucionario del 30 de noviembre, máximo dirigente del Movimiento en la clandestinidad, excepcional combatiente revolucionario, Frank era eso y más: el símbolo de una juventud heroica.