Por Marilys Suárez Moreno
No, no estamos conmemorando su fecha fundacional, ni el Día Internacional de la Mujer ni ninguna otra efeméride a tono, porque cualquier día resulta el adecuado para celebrar, conmemorar, honrar o agradecer, y siempre resulta oportuno reconocer a quienes han sido testimoniantes de nuestro crecimiento como mujeres y la organización que las rige desde el 23 de agosto de 1961.
Las mentiras y las falsedades circulan por todo el ciberespacio disfrazadas o no. Se busca confundir, atizar el fuego de las carencias e insuficiencias cotidianas, desconociendo o ignorando, eso sí, que el bloqueo, como sanción particularmente genocida, forma parte de nuestra cotidianidad. Ese tipo de cerco, apretado hasta la asfixia, impacta negativamente en nuestra vida diaria, particularmente, en las mujeres y sus familias.
Incluso se ha pretendido negar la existencia de la Federación de Mujeres Cubanas como la organización de masas que agrupa a las mujeres de todo el país. Esa que fue fundada hace 64 años por Vilma Espín a instancia de Fidel y que hoy es una red social real y contemporánea con basamentos suficientes para formar parte esencial de nuestras vidas, haciendo su propia historia, que es la de las mujeres todas.
Traspasando la seis décadas y con Vilma al frente y la visionaria mirada de Fidel, la FMC, una sigla bien reconocida, favoreció la presencia femenina en la palestra pública, pues hasta ese momento las mujeres eran prácticamente irreconocibles en una sociedad que las marginaba y que hoy cuenta con su protagonismo en todas las esferas de la vida y que no solo revolucionó los discriminadores conceptos que hasta entonces tutelaban el panorama femenino, sino que promovió la participación de la mujer en el proceso transformador que hoy resume y representa los intereses y el espíritu de acometimientos de las cubanas de todos los tiempos.
Sesenta y cuatro años de protagonismo real y verdadero en la vida social, económica y política de la nación son razones y derechos imposibles de obviar, aun cuando no quieran tomarse en cuenta por los que apuestan por la enemistad y la violencia.
Y aunque hace tiempo que quedaron atrás aquellas raigales medidas, como el diseño de programas para asignar iguales oportunidades a mujeres y hombres y la incorporación masiva de éstas a planes educacionales surgidos a raíz de la Campaña de Alfabetización y alcanzados con masivo protagonismo por la FMC, como las recordadas Escuelas para campesinas Ana Betancourt y las creadas para las otroras domésticas.
Forjadora esencial de esos empeños fue Vilma, esa única mujer que entendía a la Revolución como un fenómeno de participación de todo el pueblo y que comprendió que los problemas de las mujeres no podían verse aislados de los otros problemas sociales, dedicando tiempo, entrega y responsabilidad a la incorporación femenina al trabajo y a su preparación educacional y cultural en los mas disimiles campos, y promoviendo el empoderamiento femenino en áreas otroras vedados para ellas, como ocurre con esa pléyade de técnicas, científicas, artistas y deportistas del país, a modo de ejemplo.. O con el empoderamiento femenino en organismos, entidades, Parlamento y Consjo de Estado y de Ministros.
La génesis fueron aquellos años primigenios y extendidos hoy con más del 88 % por ciento de las jóvenes mayores de 14 años en sus filas, como continuidad de esa fuerza femenina.
De hecho, el nuevo escenario que las impulsa, pasa por el desarrollo de políticas a favor de todas las cubanas, como el Programa Nacional para el adelanto de las mujeres, que resume el sentir y la voluntad política de dar continuidad al desarrollo de la igualdad de género en el país, institucionalizando este derecho.
Se viven momentos cruciales y el escenario no resulta para nada alentador, dada la complejidad de la situación económica cada vez más agravada por los pataleos de un bloqueo añejo, pero recrudecido de todas las maneras posibles. Insuficiencias apartes, que las tenemos y no pocas, por cierto.
Es por eso que en la savia profunda de Cuba viven sus mujeres y en ellas y en sus propias familias palpita la organización que las agrupa y que no en todas partes funciona como debiera, pero cuyos pilares son capaces de aportarle al protagonismo femenino, la imprescindible belleza que nos eleva y nos hace entender cuánto queda todavía por alcanzar.
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