sábado, 30 de noviembre de 2024

Un noviembre de heroísmo



Por Marilys Suárez Moreno

Hay hechos a los que --lejos de ser empequeñecidos o borrados por el tiempo y la memoria-- la historia los fija, resalta y reconoce en toda su dimensión. Así ocurrió con el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba.

Fue uno de esos sucesos imborrables, imperecederos y, como tal, lo recordamos. Alguien en especial lo hizo antes y lo resumió con total orgullo y admiración. ¿Quién mejor que Frank País, artífice de aquel levantamiento en la Ciudad Héroe?

“Era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en los momentos difíciles de la lucha”, reseñaría Frank, destacando con admiración la decisión popular de asumir como propia la insurrección armada, preparada en apoyo al desembarco del Granma, y cómo ésta fue secundada por los santiagueros sublevados de conjunto en su ciudad, la misma que aquel día vio por primera vez aparecer en sus calles el uniforme verde olivo y el brazalete rojinegro del Movimiento 26 de Julio.

La hora escogida para iniciar la acción fue las siete de la mañana y, según testimonios de combatientes cercanos, este comenzaría con un morterazo al cuartel Moncada, acción a cargo de los revolucionarios Lester Rodríguez y Josué País, detenidos antes de iniciarse las operaciones.

A medida que pasaban los minutos, el tiroteo en Santiago iba en aumento y, mientras en la Policía Marítima los involucrados se liaban a tiros con la posta enemiga, una veintena de combatientes atacaba la jefatura de policía en la Loma del Intendente, con Pepito Tey a la cabeza; en tanto, ocho jóvenes encabezados por Otto Parellada, abrían fuego contra la guarnición.

El ataque y bloqueo al Moncada no llegó a ejecutarse por las causas ya dichas. Según el testimonio de Lester Rodríguez, el levantamiento había sido concebido por Fidel y Frank, quienes habían acordado en México que la orden llegaría por medio de un telegrama y comprendía acciones, además de Santiago, en Guantánamo, Manzanillo y otras provincias.

La sublevación formaba parte de la táctica concebida para desarrollar la estrategia del reinicio de la guerra contra la tiranía, elaborado por Fidel en México y que tenía como objetivo que las fuerzas de la dictadura concentradas en los cuarteles de la región oriental, y fundamentalmente Santiago de Cuba, no pudieran derivar sus tropas hacia el lugar del desembarco. De hecho, se consideró que el Granma estaría llegando el 30 por Niquero, pero no arribó hasta el dos de diciembre, por Las Coloradas. Para entonces, Santiago se había vestido de rebeldía.

A las órdenes de Frank, un maestro de 22 años al que le unía una entrañable amistad, Vilma Espín Guilloes, una joven luchadora comprometida en los trajines de la clandestinidad, lo secundaba a la par de otras mujeres participantes en la acción armada, prevista para el último día de noviembre, al arribo del histórico yate.

Otras mujeres de estirpe heroica acompañaron a Frank en aquel levantamiento heroico, entre ellas estaban Haydée Santamaría, Gloria Cuadras y Asela de los Santos.

Todas habían burlado la muerte en más de una ocasión y sus historias de vida se remontaban a cuando usaban uniformes de estudiantes. Ninguna nos acompaña hoy, pero viven en la memoria de la Patria.

Vilma, participante de los hechos, recordaría vívidamente los pensamientos que bullían en su mente. “La preocupación y la ansiedad por Fidel y los compañeros que creíamos arribando a nuestras costas, el cuidado por cumplir eficientemente las misiones a mí encomendadas por Frank y, sobre todo, la intensa emoción que nos embargaba, genuina euforia motivada por saber que aquel día podíamos ofrendar la vida a la Patria”.

Para Asela de los Santos, otra de las involucradas en el alzamiento y una mujer muy vinculada a Vilma y a Frank desde los días estudiantiles y de la clandestinidad, valoraría con justeza los sucesos de aquella jornada heroica en la que hombres y mujeres y la ciudad de Santiago de Cuba se convirtieron en el primer punto avanzado de la retaguardia en que se transformó luego todo el pueblo de Cuba.

Muchos de los jóvenes que en aquel noviembre heroico se vistieron de verde olivo caerían después en su Santiago, entre ellos su gestor Frank País, quien al ver el cariz que habían tomado los hechos, ordenó calladamente la retirada y continuó la lucha clandestina hasta su asesinato.

La sublevación armada y el posterior proceso clandestino que allí tuvo lugar marcaron la existencia de los santiagueros, que escribieron aquel día su ensangrentado e histórico 30 de noviembre con la heroica muerte de Otto Parellada, Pepito Tey y Tony Alomá.

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