jueves, 3 de octubre de 2024

Universidad de La Habana: promotora del saber y el conocimiento



Por Lianne Garbey Bicet

En esta ciudad cargada de historias, personajes y leyendas, hay una que trasciende por haber sido la madre, la amiga y la fuente de inspiración de miles de cubanas y cubanos que han encontrado en los predios de su morada el camino de la sabiduría y el conocimiento. Se trata de una dama enigmática, pero de una presencia imponente, cuya esencia es sutil y su mirada: profunda y sabia. Su nombre es Universidad de La Habana aunque muchos prefieren llamarla Alma Mater.

En fecha tan lejana como el 5 de enero de 1728, comenzó su andar por los caminos del saber en un antiguo convento de los frailes dominicos. En aquellos años, su esencia estaba marcada por la influencia eclesiástica y un enfoque en la formación de clérigos y administradores. Sin embargo, desde aquel momento fundacional era palpable que estaría destinada a un propósito noble.

No fue hasta 1842 que comenzó a despojarse de sus ataduras eclesiásticas, adoptando el nombre de “Real y Literaria Universidad de La Habana”. De esta manera, abrió sus puertas a un nuevo horizonte académico que incluía ciencias y humanidades respondiendo a los intereses y anhelos de un pueblo de liberarse del dominio colonial español.

En 1902, la institución se trasladó a su actual sede en la Colina Universitaria, un espacio que antes había sido una pirotecnia militar. Este cambio marcó un nuevo capítulo en su historia. La construcción del Aula Magna en 1911 y la escalinata monumental en 1927 fueron hitos arquitectónicos que reflejaron su grandeza. En lo alto de la escalinata, el artista Mario Korbel dejó inmortalizada la esencia de esta casa de altos estudios con la emblemática escultura del Alma Mater, símbolo de sabiduría y fortaleza, inspirada en la belleza y cubanía de la joven capitalina Feliciana Villalón Wilson.

En cada una de estas etapas, la vida universitaria se vió entrelazada con los principales acontecimientos que marcaron la historia de la nación y sus protagonistas. En sus aulas se gestaron ideas que desafiaron al poder colonial. Figuras como Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte cruzaron sus puertas, marcando el camino que posteriormente seguirían los valerosos jóvenes de la Generación del Centenario.

Pero no solo hombres forjaron su camino; también mujeres valientes comenzaron a reclamar su lugar. En 1885, Mercedes Riba se graduó como la primera mujer en esta institución, en acto audaz que estableció un precedente en una sociedad que empezaba a reconocer el valor del conocimiento femenino. Tiempo después fueron otras las pioneras que siguieron sus pasos entre ellas Francisca de Rojas Sabaret, Laura Martínez de Carvajal y del Camino y María de la Asunción Menéndez de Luarca Díaz.

El triunfo revolucionario de 1959 fue otro momento decisivo. La Universidad reabrió sus puertas con renovado fervor y compromiso hacia una educación inclusiva y transformadora. Fidel Castro, quien también se formó en sus aulas, reconoció el papel desempeñado en su formación como líder revolucionario.

Hoy, la Universidad de la Habana continúa siendo un lugar para el encuentro donde más de 60,000 estudiantes buscan conocimiento en diversas disciplinas. En este contexto, resulta fácil encontrar el espíritu del Alma Mater, como guía y mentora. Su compromiso con la investigación y el desarrollo social continúa siendo un motor para el progreso de nuestro país.

Pese a los desafíos contemporáneos, esta dama antigua no se detiene; está dispuesta a seguir recibiendo a quienes están ávidos de sabiduría dispuestos a descubrir cada uno de sus secretos. En un franco diálogo intergeneracional, ella continúa siendo quien guía las voces de las nuevas generaciones, esas que llenan el aire con ideas frescas y sueños audaces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario