Por Lianne Garbey Bicet
En esta ciudad cargada de historias, personajes y leyendas, hay una que trasciende por haber sido la madre, la amiga y la fuente de inspiración de miles de cubanas y cubanos que han encontrado en los predios de su morada el camino de la sabiduría y el conocimiento. Se trata de una dama enigmática, pero de una presencia imponente, cuya esencia es sutil y su mirada: profunda y sabia. Su nombre es Universidad de La Habana aunque muchos prefieren llamarla Alma Mater.
En fecha tan lejana como el 5 de enero de 1728, comenzó su andar por los caminos del saber en un antiguo convento de los frailes dominicos. En aquellos años, su esencia estaba marcada por la influencia eclesiástica y un enfoque en la formación de clérigos y administradores. Sin embargo, desde aquel momento fundacional era palpable que estaría destinada a un propósito noble.