miércoles, 23 de octubre de 2024

Paciencia, una virtud

 


Foto: Unicef Cuba

Por Marilys Suárez Moreno

De pie ante Danielito, su hijo de 12 años, fuerte y espigado para su edad, Laura se pregunta qué va a hacer con él, pues el muchacho se le encara y se muestra bastante desobediente ante cualquier reclamo suyo. Ella es madre soltera y aunque el padre de su hijo la ayuda económicamente, hasta ahí llega su preocupación.

Demás está decir que Laura es de esas personas que no tienen mucha paciencia y la poca que le queda la pierde con “las cosas de su niño”, aunque sus amistades le dicen que así no va a disciplinarlo y lo volverá más rebelde, pero ni modo.

Hace rato que el chico la llevó al paroxismo de su poco o ningún aguante y a estas alturas no conoce ni el significado de la palabra paciencia que le repiten hasta el cansancio, y por cualquier cosa la emprende a golpes y a gritos contra el muchacho, en su afán de hacerlo entrar por el aro, como ella dice.

Desconoce que la paciencia es una virtud y, según alguna que otra definición, la capacidad de tolerar, de sobrellevar alguna carga u a otra persona y conlleva cierta filosofía de entereza e imperturbabilidad mientras que otras enunciaciones la ven como una balanza que se inclina más hacia la alteración y el arrebato, que al aguante y la serenidad.

La primera opción tiene la validez de respetar y tomar en serio las necesidades y los deseos de los demás, En este caso, nuestros hijos, tanto hembras como varones y hasta llegar a determinados acuerdos. La segunda transita por la intransigencia y la obcecación o la ceguera que ofusca la reflexión. Nadie lo duda, se necesita de mucha calma para criar y educar a nuestra descendencia, según las circunstancias familiares y la personalidad de cada uno o una.

Mamá, particularmente, deberá armarse de mucho sosiego y serenidad para educar y formar al niño o niña en constante crecimiento y evolución, si bien el padre no debe delegar en ella o asumir el papel de ogro que a veces le endilgan, porque, ciertamente, a los niños y niñas les hace mucha falta el modelo paterno: necesitan de su papá, tanto como de su mamá.

Y aunque no se viva bajo el mismo techo, la relación padre-.hijo(as) puede ser muy sólida y enriquecedora, siempre y cuando no esté enmarcada en días prefijados, sino que más bien sea amplia, abierta e incluya buena comunicación .

El caso de Laura no es único. Ella ha asumido el papel fundamental; de la crianza y educación de su hijo, de enseñarle que hay obligaciones y deberes que cumplir, sembrar en el chico la disciplina, hábitos de higienes, de respeto, buenos modales y eso no es nunca un proceso fácil, por así decirlo.

De hecho, la paciencia es una característica intrínseca de las personas que no siempre se sabe manejar con tino.

Hay que armarse de paciencia para aprender a dominar las emociones y erradicar los gritos y la tendencia al maltrato que tanto daña la formación infantil. Apelar a ella para dialogar con el menor y saberlo escuchar también. Paciencia y mucha para sentar las pautas y principios básicos que rigen la educación de un niño o niña desde las edades más tempranas de la vida, porque la educación infantil no es un proceso lineal, sino que se enmarca en etapas y cada una de éstas tiene sus propias características y hasta disyuntivas.

A veces se comenten errores que atentan contra la necesaria armonía familiar, pues se olvida que el niño exige afecto, cuidados y comprensión, tanto como buenos ejemplos y firmeza. Pero sobre todo, aplomo, compostura, serenidad y mucha paciencia a la hora de criarlo y educarlo.

Las decisiones, máxime cuando les afecte, tienen que ser explicadas y razonadas, porque los gritos y la tendencia al maltrato físico o de palabra dañan y entorpecen la formación infantil.

La paciencia no es sinónimo de conformismo o resignación aunque algunos lo vean así, más bien es una virtud que pertenece al grupo de cualidades que nos permiten el acercamiento, la proximidad al prójimo, además de un ingrediente básico para obtener el éxito en nuestros empeños, tanto personales como educativos, si de nuestros hijos e hijas se trata.

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