Por Marilys Suarez Moreno
Llegaron desde los distintos frentes y campamentos donde desarrollaban tareas de enfermeras, guías de arrias de mulos, abastecedoras de alimentos, cocineras, transportadoras de pertrechos, maestras y mensajeras.
Era el 4 de septiembre de
1958 y mientras en La Habana la soldadesca
batistiana celebraba con cañonazos la fecha del cuartelazo, el fuerte
de La Plata pareció
vestirse de mujer esa noche.
En aquel histórico enclave de la Sierra Maestra,
muchachas muy jóvenes constituían en el monte y con la guía de Fidel, el
pelotón de Las Marianas, el primer
grupo guerrillero de América, conformado totalmente por mujeres.
Ellas formaron parte integral del Ejército Rebelde y
combatieron como cualquier soldado, reivindicando su condición de género.
La
capitana del Ejército Rebelde Isabel Rielo, quien fuera fundadora y jefa del
pelotón guerrillero Mariana Grajales y participante de la apertura del IV
Frente Simón Bolívar, contaba que la idea de formar el pelotón era de Fidel, que
defendía el derecho de las mujeres a combatir junto
a ellos en la misma línea de fuego.
Él
mismo les enseñó a disparar y le encomendó el mando del grupo a ella, después
de una competencia de puntería.
“El
azar decidió, porque Teté Puebla era en eso la más experta, pero en la
competencia, por mera casualidad, la sobrepasé. Y como la aventajaba en edad,
me tocó a mí ser la jefa de Las Marianas”.
En sus inicios, integraron el pelotón femenino,
Isabel Rielo, su hermana Lilia, Norma Ferrer,
Olga Guevara, Dolores Feria, Angelina Antolín, Eva Rodríguez y la hoy
generala Teté Puebla.
Muchas recordarían después cómo Fidel les habló y
explicó por qué quería que las mujeres combatieran, pues éstas no eran sólo para los menesteres domésticos y como madres, sino
que formaban parte integral de la guerrilla y eran merecedoras del derecho a
luchar.
De hecho, al defender la presencia femenina en la
lucha de liberación, salvaguardaba el papel que debían ocupar posteriormente en
la sociedad.
Todas dijeron alguna vez que la mayoría de los
compañeros se opusieron, alegando que luego exigirían su fusil y que en la
Sierra sobraban hombres.
Para Fidel, aquello no era cuestión de sexo, sino del
papel preponderante de la mujer. Y dijo: “No les den ninguno que ellas mismas
los van a coger. Van a demostrar que son tan valientes como el más valiente que
hay aquí”. Y recordaron
que Fidel, con una previsión muy grande, valoró que quedaba poco tiempo de
guerra y que la mujer debía tomar el fusil, porque era merecedora del derecho
de luchar.
La incorporación de la mujer a la guerrilla tuvo un
sentido político, tanto para demostrar su capacidad de lucha, como para el
aprendizaje de los propios compañeros.
Fidel fue quien le puso el nombre al pelotón
femenino: Mariana Grajales, quien primero las entrenó y fue también el máximo
defensor del legítimo derecho de las mujeres a luchar con las armas en la mano,
mostrando, frente a los criterios opuestos de algunos compañeros de la tropa,
una confianza ilimitada en aquellas mujeres, conocidas pronto como Las Marianas.
Cuan acertado estuvo Fidel en otorgarles su
confianza se vio ese mismo mes de septiembre de su fundación, cuando las trece
integrantes de aquel pelotón de leyenda escribieron su página de gloria en el
combate de Cerro Pelado, su bautismo de fuego.
Luego participarían en otros y en alguna que otras
escaramuzas hasta su intervención en uno de los más violentos
combates de la guerra, La
batalla de Guisa, donde mujeres y hombres derrocharon coraje y heroísmo, según
el líder de la Revolución.
Si un día Las
Marianas hicieron exclamar al Comandante en Jefe: “Llegaron mujeres. ¡Ahora sí
ganamos la guerra! Años después renovaría esa confianza en otras compañeras,
cuando al informársele que ya se había agotado el potencial masculino para las
Milicias de Tropas territoriales, exclamó: “! Ahí están las mujeres!”
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