jueves, 25 de julio de 2024

La noche de la vida


“Aquella noche fue la noche de la vida”. Así recordaría Haydée Santamaría lo que vivieron los combatientes la víspera de aquel ataque histórico al Moncada.


Por Marilys Suárez Moreno

Fue una operación muy audaz, tanto como lo fueron quienes se comprometieron en hacerla. Fidel Castro Ruz, a la cabeza del grupo y haciendo uso del poder de su prédica convincente, habló con cada uno de los involucrados, aspirantes todos a ingresar en el Movimiento aún sin nombre y les explicó en detalle las causas y motivaciones de la lucha que los convocaba.

Horas después, la hora cero había llegado y el país se estremecía con la noticia de los heroicos sucesos de los asaltos al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo. Ofrenda de sacrificio y valentía en aras de una causa justa.

Un grupo de 128 compañeros emprendieron el viaje hacia Santiago de Cuba, la mayoría procedía del extremo occidental del país. Otro automóvil salió desde Colón, en Matanzas, con el doctor Mario Muñoz y Julio Reyes Cairo. Todos se unirían a otros cinco combatientes, ya en Santiago. En tren y automóviles partieron los que atacarían el cuartel Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo.

Fidel entró en Santiago hacia la medianoche del 25 de julio. Se había detenido en Bayamo para impartir las últimas instrucciones. Poco después, en diferentes grupos, saldrían de la granjita Siboney. Pero, por razones impensadas, la fortaleza no pudo ser tomada; aunque, como declaró luego Fidel, el 95 por ciento de los atacantes muertos no cayeron en combate, sino asesinados después que cesó la batalla.

Los primeros fueron los jóvenes que acompañaron a Abel Santamaría, como segundo jefe del Movimiento en la retaguardia. Lo acompañaban su hermana Haydée y Melba Hernández, las dos únicas mujeres de aquel comando aguerrido.

Aquel ataque a la segunda fortaleza militar del país por un grupo de jóvenes, al frente de los cuales estaba Fidel Castro, fue el preámbulo de la lucha armada que culminó con la derrota de la tiranía. Era la certeza también de que el triunfo de la misión era posible.

Todos vistieron uniformes de sargentos militares, simulando el antecedente del golpe de estado de los sargentos dirigidos por Batista en 1933; en la confusión que se originaría, tendrían tiempo para los otros pasos a seguir, pero el plan tan celosamente planificado fracasó y tuvieron que admitir que era imposible llevarlo a cabo. Ninguno, sin embargo, llevaba el sentimiento de inmolarse.

Todos creían que la victoria era posible y que el triunfo podía provocar un levantamiento popular o facilitar el paso a las montañas para, desde allí, continuar la lucha, como ocurrió finalmente tras la llegada del Granma.

Pero en aquellos momentos de confusión y disparos, fracasado el factor sorpresa, Fidel se vio solo en medio de la calle, sin ningún combatiente a su alrededor. De pronto, un auto se acercó y lo recogió, ya dentro del carro, el líder de aquel asalto a la historia se dio cuenta de la presencia en la explanada de otro de los jóvenes asaltantes y, dando prueba de la clase de jefe que era, cedió su puesto al compañero, quedándose en medio de la nada. Por suerte, otro carro fue enviado a recogerlo.

Años después, con los dolores del recuerdo sembrados en el alma, Haydée recordaría el momento final de los preparativos:

“Aquella noche fue la noche de la vida, porque queríamos ver, sentir, mirar todo lo que ya tal vez nunca miraríamos, ni sentiríamos, ni veríamos. Todo se hace más hermoso cuando se piensa que después no se va a tener. Salíamos al patio y la luna era más grande y más brillante; las estrellas eran más grandes, más relucientes; las palmas, mas altas y más verdes”.

El factor sorpresa debió jugar su papel, pero la inesperada irrupción de una patrulla, lo frustró y, tras más de dos horas de desigual batalla frente a una guarnición de 1000 hombres y agotadas las municiones, Fidel ordenó la retirada hacia la Granja Siboney, desde donde habían partido, para desde allí dirigirse a la Sierra y continuar la lucha armada en la Sierra Maestra, objetivo previsto y que falló también.

Junto con Fidel, Abel Santamaría dirigió y encabezó el plan de asalto a la fortaleza militar santiaguera y fue de los más resueltos por llevarlo a cabo. Abel, segundo de Fidel en la acción, tenía total fe en el triunfo y al frente del grupo de apoyo se situó en el Hospital Civil, donde estuvo combatiendo hasta su detención y asesinato. El Moncada y su revés mostró cuan acertado era el camino, finalmente conseguido.

Los crímenes fueron denunciados por Fidel durante el proceso del juicio oral, donde intervino como abogado de su propia defensa y dio a conocer el programa ideológico del Moncada. Aprehendidas sus enseñanzas, la Patria mantiene vivo el legado de sus héroes y mártires.

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